~ sobre espacio público y no público.

Pablo Concha, Chile.


Fotos: cortesía del artista





Sobre sus esculturas

Me interesa plantear una alternativa al monumento tradicional, una escultura menos solemne, menos duradera, menos monumental.

En un principio trabajar sobre el espacio público resultó una alternativa a la falta de lugares de exhibición y un destino final para una abundante experimentación escultórica personal que la mayoría de las veces terminaba tirada en la basura.
Luego el juego era que estos objetos instalados en la calle permanecieran ahí el mayor tiempo posible y para eso desarrollé varias estrategias que con el tiempo se fueron afinando hasta los sistemas de anclaje que uso actualmente. 
Principalmente me interesa el movimiento de las esculturas en el espacio público, su manera de sobrevivir en la calle, como se van transformando y cómo las personas se relacionan con ellas.



Sobre la apropiación en el espacio

Me gusta hacer recorridos por las ciudades, recorridos en bicicleta donde voy buscando y anotando los posibles lugares a intervenir. Instalar esculturas en parques secundarios de las ciudades, lugares que se encuentren en semi abandono, donde una instalación escultórica logra activar de cierta forma ese espacio.  Ahora estoy empezando a trabajar en lugares rurales fuera de las ciudades, por ejemplo, en un pueblo en Chile llamado Cáhuil donde los niños del lugar dibujaron las aves que habitan en la zona y a partir de esos dibujos desarrollé  unas esculturas que quedarán en la entrada del pueblo. O también la escultura de Chalchitlicue que hice en la residencia Cobertizo en México donde la llevamos a un cerro alejado y la dejamos en el lugar.





Es curioso conocer las historias que suceden a partir del habitar de cada objeto escultórico en su sitio, como cuando son intervenidas o son sacadas, y estos relatos lo comparten por lo general jardineros de los parques, vendedores y/o  personas que viven en la calle. Me gusta que las intervengan, que cambien y que terminen desapareciendo. Sobre esto, lo curioso es que no solo se dan apropiaciones ciudadanas, también hay casos de apropiaciones institucionales en donde el municipio se adueña de las esculturas y comienza a hacerles limpieza, arregla sus bases, borra los grafitis e instala mis intervenciones en un circuito institucional.

Las  bases abandonadas representan para mí un modelo fallido de urbanización de las ciudades latinoamericanas donde existió una obsesión por inaugurar monumentos en cada espacio público como un símil a la ciudad europea. Usaron el monumento primero para decorar, como un florero puesto en la mitad y segundo para incentivar una ficticia identidad nacional, instalando héroes y ocultando gran parte de la otra historia de los territorios. Pero muchos de estos monumentos fueron robados o se cayeron y sus grandes bases de concreto quedaron ahí como vestigio. Es muy común encontrar estas bases en las ciudades latinoamericanas, bases que llevan abandonadas por décadas sin que se quiera gastar en un nuevo monumento o en quitarlas del lugar. Y con estas bases abandonadas empecé a trabajar instalando esculturas sobre ellas, haciéndolas visibles y evidenciando el ridículo de la escultura instalada sobre un pedestal. Porque la base del monumento no solo lo soporta para que no se caiga, también es usada como un separador, elevando la escultura por encima de su entorno, alejándola de la ciudad y cuidándola de los mismos ciudadanos. 




No es nueva esta discusión en torno a las contradicciones que genera el monumento público, para mí lo que ha sucedido es que se ha secuestrado a la escultura por parte de los estados, usando su potencial visual y material para la creación de monumentos que nadie pidió, imitando a una cultura occidental siendo que tenemos una inmensa historia de escultura prehispánica de la cual aprender. 

Entonces cuando uso el aparataje del monumento tradicional para instalar una escultura que no cumple funciones decorativas, que no busca una idea de belleza y que tampoco, al ser en su mayoría de madera, busca eternizarse en el lugar; se genera un quiebre notorio, se hace evidente que hay un error, que eso no debería estar ahí. Pero sin embargo a pesar de todo, mis esculturas son en su mayoría preservadas y cuidadas por la ciudadanía, ahí ocurre algo que desconozco bien sus razones. 

Por ejemplo, durante el estallido social en chile instalé una escultura, el busto de un perro de color rosa, en una base abandonada muy céntrica donde ocurrieron por dos años las manifestaciones, mi idea al instalarla era que esta escultura fuera incendiada, derribada o por lo menos rayada, me gustaba la idea de registrar el proceso de destrucción de esta escultura. En los alrededores todas las piezas de bronce fueron vandalizadas y el monumento ecuestre central del general Baquedano tuvo que ser retirado por peligro de derrumbe al ser cortadas dos de sus patas. En ese contexto la escultura de madera del perro sobrevivió en el lugar  sin mayores rayados y así se mantuvo por más de tres años.





Sobre el anonimato

El anonimato lo veo como una estrategia de sobrevivencia de las intervenciones públicas en la calle, las esculturas se cuidan de la institucionalidad que al no saber quién instaló eso ahí, termina aceptándose y luego custodiándolas como algo propio.
Además, siempre es sospechoso lo de la placa conmemorativa, con las instituciones públicas o privadas auspiciando el monumento que se instala como una fachada benéfica para el espacio público. Todos quieren figurar en la placa como autores del monumento, partiendo por nosotros los artistas, pero la verdad es que a nadie termina importándole mucho, con suerte el transeúnte mira de reojo la escultura, menos le interesa quien la hizo.
Por otra parte, sí me parece importante que pueda existir una pérdida de autoría real por parte del artista al considerar obras escultóricas en el espacio público, siendo un nexo entre el entorno y la comunidad. Un poco como las esculturas de los pájaros diseñadas por niños que te contaba, ahí si habrá una placa y aparecerán únicamente los nombres de ellos como autores de estas piezas, también con la idea de inducir una apropiación cultural y ecológica con el territorio.

 Sobre contextos y dinámicas

He hecho intervenciones escultóricas en Chile y en México y creo que en ambos lugares ocurren dinámicas similares en torno al espacio público, sin embargo, en México se percibe una apropiación más fuerte de la ciudadanía con la calle. Esto se podría ver reflejado en una serie de anti-monumentos ciudadanos que han surgido en los últimos años donde se destaca el monumento a los 43 estudiantes de Ayotzinapa y el anti-monumento feminista que vino a reemplazar al monumento de Colón. Una de las primeras intervenciones que hice en México fue el Monumento a las ratas, una cabeza de mármol policromado que representaba a una persona con un disfraz de rata. Esta escultura la instalé en la base principal de un parque en el entonces Distrito Federal y estuvo en el lugar por varios meses sin problemas hasta que se nos ocurrió hacer una inauguración del monumento e instalar una placa conmemorativa que decía: “Monumento a las Ratas, dedicado a todas las ratas de este país” y como auspiciadores aparecían los logos de los principales partidos políticos mexicanos. Esta placa al parecer molestó profundamente a alguien ya que a los dos días el monumento fue destruido y sacado del lugar.



Sobre últimos trabajos.

Estuve en la residencia Cobertizo durante septiembre,   un lugar que se presta para ir a trabajar sin distracciones. La residencia está ubicada en el pueblo de Jilotepec a dos horas de la Ciudad de México y es llevada por los hermanos Manuel e Ismael Sentíes. Es una casa de campo donde se han implementado talleres para los residentes y donde todos en el lugar colaboran para el buen desarrollo de los trabajos personales de los artistas. 
En mi caso desarrollé una serie de esculturas para ser exhibidas en la galería La Nao en una muestra conjunta con Celestial Brizuela y Chavis Mármol. Ahí desarrollamos la idea de la caverna como este primer lugar creativo, entonces ideamos esta gran serpiente que recorre toda la galería para esconderse en un muro de piedra hecho por Chavis y reaparecer nuevamente en una de las escenografías en miniatura creadas por Celestial, de esta forma logramos unir todos los trabajos en una gran instalación.
En la residencia de Cobertizo realicé esta serpiente de 30 metros de largo que fue trabajada en varios trozos ensamblables de fresno, ciprés y sauce y luego policromada, también un grupo de murciélagos que están colgados de la galería y un animal hibernando.