mapeo de residencias ~ Juan Gugger
Poush, Paris, Francia – 2023
Curaduría: Dayneris Brito
Fotos: Simon Jung, cortesía del artista.
Hace unos años decidí instalarme en Paris, y establecí mi espacio de trabajo en una estructura que se llama POUSH. La invitación de Relieve apunta (en principio) a compartir mi experiencia en ese espacio. Entonces debería aclarar que Poush no es lo que automáticamente entendemos por “residencia artística”.
El sentido de esa designación hoy se encuentra en permanente negociación. Muchas entidades toman ese rótulo de diferentes maneras y con diferentes propósitos. Poush es un campus industrial de 2 hectáreas que contiene 250 talleres para artistas. Hay un director artístico y un staff, que seleccionaron a quienes hoy tenemos nuestros espacios de trabajo en sus instalaciones. Hay una estructura humana que se ocupa de generar contenidos, eventos, visitas especiales, exhibiciones, publicaciones, y de administrar los espacios en general. Hay una bodega, una radio, y una programación cultural. Poush es un proyecto impulsado por la Fundación Manifesto, y tuvo una primera versión en Clichy. Ese edificio fue demolido y hoy está instalado en Aubervilliers, sobre el límite norte de la ciudad.
No es un lugar para vivir, solo hay talleres. Yo vivo en el barrio de Saint-Fargeau, al norte de Paris, y me traslado todos los días para trabajar. Los artistas pagamos un alquiler por nuestros estudios. Con la crucial diferencia de que Poush es un espacio de inmensa visibilidad. Sería difícil para cualquier artista arrastrar la categoría de visitas que con regularidad pasan por ahí. Además hay una comunidad de artistas reconocidos por su trabajo sostenido en proyectos muy diversos. Eso permite todo tipo de cruces, conexiones, intercambios, tanto sociales como creativos.
Las residencias fueron muy importantes en mi práctica post-estudios, y hasta cierto punto se volvieron mi economía. Un poco por casualidad (digámoslo así), lo primero que hice al terminar de cursar fue una residencia. Me fui unos meses a trabajar al EAC de Montevideo, invitado por Rodrigo Alonso. Esa invitación fue primordial. Entendí que el mundo del arte es un aglomerado de sistemas, entre los cuales se encuentra el mercado, que es lo más visible, especialmente en este momento. Hoy pareciera que el rumbo del arte contemporáneo está dirigido por lo que sucede en el mercado. Me refiero al mercado más evidente, el de las galerías, las ferias, las colecciones, las tendencias. Es un sistema que premia a quien se adapta a las demandas. Hay nichos. Hay agendas y modas. Para mí el sentido de aventurarme a hacer lo que buscaba hacer (digamos que arte), era la afirmación de la singularidad, del pensamiento contra-intuitivo, la inadaptación frente a una existencia muy compleja que parecía en curso de aplanarlo todo. Creí importante no buscar meramente la producción de “obras de arte” sino la inauguración de formas cognitivas, a través del proceso expresivo e intelectual de realizar un proyecto estético. Secretamente, quería constituirme una subjetividad-arte. En el sistema de residencias encontré un margen de maniobra, que me permitía arreglármelas financieramente sin la obligación de hacer objetos que se vendieran, ni que “gustaran” y sin la necesidad de ajustar o estabilizar mi identidad o la arquitectura de un statement. Después de Uruguay viajé a Los Ángeles a hacer una residencia en el Getty Research Institute. Lo comento porque lo que hice allá es difícil de redondear. Difícil de comprimir institucionalmente. Un obrar estético inorgánico en el centro de la industria del espectáculo. Un trabajo articulando la correspondencia de Michael Asher, el Getty como institución y con la noción misma de “residencia”. Tanto es así que el material ya lleva 10 años madurando. Sé que es un proyecto que me importa y no tengo miedo de demorarlo lo que sea necesario, o de dejarlo inconcluso si el proyecto lo pide. El punto es que aquello difícilmente podría haber germinado en dependencia o dentro de la “maceta” del mercado.
Las residencias pronto me comenzaron a interesar también en tanto que entidades arquitectónicas, en un sentido amplio. Llegar a una residencia es cambiar de entorno urbano, cambiar de edificio, de dinámicas, de estructuras institucionales, de circuito social, de ideas sobre lo que se espera que sea “arte”. Mi permanencia actual en Paris es una experiencia completamente diferente. Ya pasaron años. Quedarme fue una decisión que es difícil de explicar. Es parte de un proyecto artístico y de vida. Incluso ahora mismo estoy fuera de todo sistema y legalidad, sin embargo dentro del “sistema del arte”. Vivo en este país sin los plenos derechos de un ciudadano, sin beneficios estatales, no puedo trabajar ni realizar ninguna actividad económica. Sin embargo, arte sí. Hace unos días me encontré con Delia Cancela, y en medio de la charla me contó que cuando ella llegó a Europa, estuvo 3 años en una situación similar.
Cuando llegué a Paris, también hice residencias. Una fundación de Chicago (Terra Foundation for American Art) me dio una beca para residir unos meses en Giverny. Estaba rastreando los orígenes de la noción de serie tal como yo la entendía en mi trabajo. Creo que Monet es el primero en hacerlo claramente. También me interesaba desmenuzar las complejas operaciones que hay detrás del jardín que instaló en el pueblo. Después de eso enganché directamente una residencia mucho más larga en la Cité Internationale des Arts. El edificio en Le Marais es histórico también, paradigmático. Se anticipó (o hizo la punta) a la ola de programas artists-in-residence que llegaría en los 60. En el transcurso decidí quedarme en Paris. Prolongué mi estadía con Fondation Fiminco+Jeune Création, para después buscarme un departamento y seguir con algunos programas de residencia (Le Consulat Voltaire, la Villa Belleville).
En Poush tengo mi taller hace poco más de un año. Es un contexto que ya me es familiar. Desde mi percepción o entendimiento, la experiencia-residencia se relaciona con alojarse temporariamente en lo foráneo, en lo inusual. Pero puede ser también un estado mental. En este sentido, un libro puede ser una residencia. Una persona puede ser una residencia. Un mundo a explorar, unos márgenes dentro de los cuales “trabajar”. Después de unos años nómades, la experiencia en Paris está siendo algo completamente nuevo para mí. Un terreno histórico y físico de exploración densísimo. No solo por su historia sino por su presente. La ciudad está en el medio de un proceso de reorganización mundial de los centros artísticos. Ya fue el centro planetario del arte hasta la ocupación nazi. Esa centralidad se desplazó a Nueva York. Hoy París está volviendo a erguirse como el eje del arte contemporáneo en Europa.
Poush es una usina poblada de artistas muy diferentes. Es el establecimiento de talleres más importante de Paris, entonces es normal que muchos de sus artistas formen parte del mainstream y trabajen con algunas de las galerías más fuertes de la ciudad y del mundo. Pero además es un sitio vibrante de experimentación. París padece también de la grasa de toda capital. Existe el vértigo de las ferias, el stress de los deadlines, la competencia, las estadísticas y el lobby. Justo hoy, que escribo este texto, inauguró la feria Paris Internationale. Mañana inaugura Paris + par Art Basel y pasado mañana Asia Now. El ambiente está tenso en las instalaciones por estos días. Poush es parte de la programación oficial de Art Basel, entonces vamos a recibir visitantes (galeristas, curadores, directivos, coleccionistas) de todo el mundo entre viernes y sábado. Es la semana del arte. Sin embargo todo el año hay movimiento. En Paris hay inauguraciones todos los días. En los estudios, visitas especiales casi semanales. Poush de algún modo es una célula, un modelo a pequeña escala de algo que pasa en toda la ciudad. Evidentemente es una ciudad difícil. Cualquiera que haya vivido unos años en Paris lo puede constatar. La concentración de 250 artistas llevando sus obsesiones hasta las últimas consecuencias, contra viento y marea, puede ser reconfortante o infernal. La mayoría de quienes estamos en esto creo que experimentamos alguna vez esa sensación de estar cometiendo una locura mayúscula. Pero somos varios. Yo me identifico un poco más con Marguerite Duras (pienso en ella porque la estuve leyendo anoche). Me gusta escribir solo, y esa escritura es lo que ofrezco y comparto. Pero creo que la percepción de una comunidad es importante. Poush es como un panal de singularidades.
Hace apenas unas semanas hicimos una exposición a dúo con Xolo Cuintle (que a su vez, son un dúo). Nos conocimos en Poush, y luego de coincidir en algunas muestras grupales, y acercarnos de a poco, nos animamos a hacer un proyecto conjunto. Presentamos este duo-show en la cúpula, que es la principal sala de exhibiciones de Poush. Un espacio de 2000 metros cuadrados, con una cúpula central, mucha luz, y unas dimensiones que hay que experimentarlas para entenderlas. Entre las piezas que presentamos, también mostramos un trabajo en colaboración. Fue una especie de laboratorio mental. Mucho intercambio escultórico, más que lingüístico. Ellos también desarrollaron una nueva pieza, muy sutil y diferente a cualquier cosa que hayan hecho antes. Unas líneas delicadas de polvo sobre las “cicatrices” de la arquitectura previa del edificio. En algunos cruces de estas cicatrices, brotaban otras piezas. Es muy reciente, e inmediatamente después del desmontaje nos abordaron proyectos nuevos en diferentes latitudes que cortaron el diálogo. Aún seguimos pensando esa muestra.
fotos: Simon Jung, cortesía del artista.