Humilde Actividad sin Centro ni Gravedad

Javier Gonzalez Pesce y Julie Magnenat, Chile.

LOCAL Arte Contemporáneo, Santiago de Chile, Chile – 2019.
Fotos: Paulina Mellado, cortesía de LOCAL Arte Contemporáneo.

Texto de Javier Gonzalez Pesce:

Creo padecer una serie de creencias: el arte sería una práctica reflexiva que muchas veces prescinde de ideas con plena nitidez intelectual; el arte sería un campo ideológico que a veces reclama materialmente espacios específicos; el arte es una actividad física y mental que nos permite comunicarnos y encontrarnos para dialogar (a veces) sin precisión, sin destino eminentemente objetivo, sin estado de jerarquía claro. En definitiva creo en el arte como un dispositivo para la reflexión y la experiencia, un punto de encuentro de múltiples estímulos que se comporta a veces como un dispositivo de precisión mientras que otras veces exuda ambiguedad. Un aparato reflexivo que no solamente demanda compromiso intelectual, pero además una disposición física y sensible. El arte se lee con el cuerpo (del cual el intelecto es parte). Creo que el arte tiene esta capacidad fascinante de ser signo de cosas múltiples, de intercalar significaciones y estados de interpretación. En este ejercicio se diluyen nuestras condiciones pensantes y sensibles y nos transformamos en una especie de antena, de receptor blando, en entes de percepción.  

Es bajo esta creencia que junto a Julie Magnenat generamos una segunda experiencia de trabajo en colaboración (luego de la exposición “To grow the size of all outside”). Nos propusimos que la práctica del arte fuese, ella misma, un espacio de diálogo, el que enfrentamos asumiendo nuestras diferencias e intereses paralelos. Trabajamos produciendo, en primer lugar, un estado de ambigüedad que generalmente acontece en la fase de la interpretación: produjimos esta exposición desde dudas, incertidumbres y asimilando ciertos desencuentros. Fuimos entonces espectadores de una “nada” en particular, de un espacio vacío (el espacio específico de Local Arte Contemporáneo), el que, en un ejercicio creativo conjunto, debíamos llenar de nuestra exposición. En este sentido, asumir el proceso de producción de la exposición, consistió en generar un estado de simbiosis intelectual e imaginativa, ya que intentamos convertirnos ambos en una especie de ente creativo, de aparato sensible e intelectual que debía diseñar una exposición común. Siento que de alguna manera extrapolamos ciertas dinámicas de la comunicación que se da de manera verbal o física en cualquier pareja, a un campo y estado de lo material. Como si la fricción de un diálogo creativo tuviese la capacidad constructiva de llenar un espacio.
Y así sucedió en definitiva, la exposición misma es una especie de meta lenguaje como el resultado de dos individuos intentando razonar como si fuesen uno, como si no hubiese división ni distancia entre nosotros. De alguna manera pretendimos convertirnos en un cerebro (Masa blanda con flujos eléctricos que movilizan lo que constituye la experiencia física e intelectual, que en procesos de pensamiento suaviza las contradicciones para generar unidades y sistemas ideológicos, de creencias imaginativos pero incluso estados de ánimo o de percepción). Este es sin dudas un ejercicio difícil ya que ambos estamos a gusto en nuestra individualidad, lo que incluso nos lleva muchas veces a experimentar placenteros desacuerdos. Una discusión por ejemplo, es también un fenómeno intelectual y físico que acontece en el espacio. Sin embargo en la figura de la conversación se conserva (relativamente) la individualidad y la distancia, las que en este contexto son incluso un capital. Lo que nosotros hicimos se asemeja más a cantar a dúo, incluso a componer una canción y luego cantarla como una sola voz que llena el espacio. Esta canción tiene una condición material y física y, es además una exposición.