Vaivén

Claudia Müller, Chile.

 

Sala de arte CCU, Santiago de Chile, Chile – 2018.
Fotos cortesía de la artista y Die Ecke Galeria.

 

Esta exhibición es una aproximación material a las preguntas sobre el tiempo y su percepción, el universo y sus dimensiones a través de una instalación multimedia que integra agua, cerámica esmaltada, cobre, bronce, acero, cuero, PVC, acrílico, piedras, proyección desde cámara de seguridad, serigrafía, motores y circuitos electrónicos.

 

Caminar en sentido contrario, después de recorrer una línea en una dirección, caer, decantar, subir y regresar, para prontamente retornar a lo mismo en otra dimensión temporal. Vaivén surge bajo la idea de enfrentar dos circuitos de agua que físicamente están encarados, pero que sólo son comunicados por el elemento. Éstos presentan pendientes opuestas, correspondiéndose formalmente como un espejo. De esta manera, su función es caer y subir simultáneamente, para luego invertir su condición. Construida con cañerías de cerámica y bronce, la pieza se articula como un órgano por donde circula el agua de forma continua, siendo ésta el elemento  unificador y el único contacto entre ellas. Alrededor de 400 litros de agua circulan por la instalación, contenidos y decantados en dos piscinas. Cada una irriga al circuito contrario desde donde recibe el agua, retornando por el sentido inverso de caída.

 

La muestra conjuntamente, se compone por un objeto motorizado del que se suspenden tres piedras volcánicas, que simulan ser meteoritos envueltos en el mismo campo electromagnético – y lo serían si el mismo volcán hubiese hecho erupción en marte, y hubiesen quedado orbitando en el espacio – como una especie de familia de piedra, los tres sujetos presentan un movimiento cíclico, el primero orbita en su centro, el segundo le orbita al primero y el tercero al segundo, de este modo su órbita es fija, pero su alineación es siempre cambiante.

 

Por último a la muestra se cierra con una imagen serigráfica, en donde todos sus elementos son duales, incluso la imagen de un eclipse de sol, que se encuentra en conversación con la luna y la tierra.

 

Como inhalar y exhalar, dístale y diástole, amanecer y atardecer, la puesta en escena es una congruencia entre pares de objetos, que conversan con diferentes temporalidades, pero que sin duda se encuentran unidos por un límite, una especie de linea divisoria entre un espacio y otro. Este vaivén no sólo físico sino también temporal, se encuentra en el agua que cae, en las piedras que orbitan, en el paso de un color a otro, en lo manual y en lo artificial; permitiendo que espacialmente los sujetos en escena, presenten distintas esferas de contemplación en donde el devenir está dado por el movimiento, por lo  que cae y lo que sube.

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