Cinco de septiembre de dos mil deciséis

Yolanda Ceballos, México.

Galería Hilario Galguera, Ciudad de México, México – 2019
Fotos: Sergio López, cortesía Galería Hilario Galguera.

Texto de Marco Granados:

Esta reciente exposición individual de Yolanda Ceballos forma parte de un continuum en el que desde hace más de cinco años construye un cuerpo de obra donde los temas del tiempo y el espacio contienen un conjunto de valores que al relacionarlos con la memoria y con una suerte de poética derivada de todo ello, hace que su obra, fría en apariencia, rebase -con mucho- el sentido de lo meramente cronológico y lo material. Pienso en el cuento “Funes el memorioso” de Jorge Luis Borges donde resulta aterradora la suposición de una memoria total, en ella el personaje no sólo recuerda cada hoja de cada árbol de cada monte, sino también, cada una de las veces que las había percibido o incluso imaginado, y sin embargo con todo y eso no era capaz de pensar. Para Funes pensar era olvidar diferencias, generalizar y abstraer. Para Yolanda en cambio no, de hecho, le resulta imposible desvincular su proceso cognitivo del crítico y viceversa. Si asumimos entonces que el trabajo actual de Ceballos se soporta principalmente en el intersticio entre sus reflexiones fundacionales y sus preocupaciones artístico-corpóeras, quizás sería mejor empezar desde la siguiente analogía para entender mejor.

Por un lado, como Arquitecta de formación, los inicios del trabajo de Ceballos se sustentan en una triada que ella denominó Teoría de la transición que ella divide en: – Destrucción (del hábitat, documentando ahí de muy diversas maneras el espacio físico) – Habitación (simbólica del espacio, estudiándolo, entendiéndolo y reaprendiéndolo para luego reproducirlo) – Reconstrucción (considerando las necesidades de la memoria personal y de las dimensiones del cuerpo que es lo que le da sentido a la forma en proporción con él).

Por otro lado, de manera similar tenemos que las etapas básicas de la memoria son: – La codificación (de las vivencias) – El almacenamiento (de esa información) – La recuperación (de ello traducida en recuerdos)
En la teoría de Ceballos el proceso es relativamente simple, a partir de recorridos cotidianos, encuentra sitios en un momento transicional entre la destrucción y la tentativa reconstrucción, empieza a recorrerlos, reconocerlos y con toda esa información hace una serie de levantamientos antropométricos; a los registros iniciales hechos hace un lustro, soportados en dibujos, planos, polaroids, moho y tierra, se le agregan otros materiales (cera, hierro, tablaroca, tela, papel, cemento y oxido) que le han posibilitado desarrollar un cada vez más intricado juego de soluciones formales y conceptos en los que usando su cuerpo, se ha permitido reconstruir el espacio a partir de la memoria y que al dislocar el factor tiempo cuestiona su propia linealidad. Yolanda parte de la idea que al reproducir el recuerdo condiciona el fin del mismo, pero que eso a su vez dará pauta a re-almacenarlo y con ello la posibilidad de re-presentarlo nuevamente. Insisto, todo lo anterior más la irrupción definitiva de su cuerpo en relación con la memoria genera los objetos, por llamarlos de alguna forma, en los que los soportes y materiales a los que acude terminan corporizándose en no-pinturas y no-esculturas resultantes de no-performances emplazados a veces en algún no-sitio.

Ahora bien, dichos objetos ya no requieren, como al principio, representarse cerca de su espacio de origen, por el contrario, el desplazarlos y la forma en que luego son ejecutados, sugiriendo el movimiento continuo, marcando y borrando, construyendo y destruyendo obsesivamente es lo que define estos ejercicios psico-geográficos que abordan el espacio elegido y el desplazamiento que ello significa. Agregando el tiempo de realización y el proceso en que, dada la selección de materiales, yeso más agua, por ejemplo, las obras van cambiando constantemente. Aquí es fundamental entonces apuntar la relación entre el conjunto de obras que contiene la exposición, su formalización y como se ajustan tanto física como conceptual y museográficamente, integrándose e interactuando con las características arquitectónicas de la galería, dando por resultado una suerte de site specific process installation art. La galería como gran caja de resonancia.

Así la poética que mencioné al principio se construye de más cosas: Principalmente tiempo y espacio de una memoria que se desdobla interminablemente por medio de la transición ya física de los materiales o ya simbólica de los conceptos, los recorridos sobre los que propone consolidar cada ejercicio, los patrones de repetición o los flujos matéricos que dan forma a cada pieza, la tensión entre los diferentes elementos, los medios elegidos para conseguir lo más puntualmente el resultado deseado, las técnicas utilizadas y los materiales seleccionados como dispositivos catalizadores.