Las otras en los pliegues de la historia

Fátima Pecci Carou, Argentina.

Piedras, Buenos Aires, Argentina – 2019
Co-producción intelectual y texto: Florencia Greco
Fotos cortesía de Piedras

“Las otras en los pliegues de la historia” plasma diversos aspectos de la historia argentina y latinoamericana desde una perspectiva feminista y decolonial en un biombo de 6 paneles, cada uno los cuales se encuentra dividido en dos partes.

Se llama “las otras” porque es la forma que tiene el discurso dominante para denominar a las desubicadas, a las que se encuentran por fuera de la moral tradicional, a las amantes. Nosotras creemos que de una u otra forma todas somos “las otras”, pues nuestra propia existencia es en los márgenes, resistiendo el lugar residual al que nos condena la historia. El formato del dispositivo permite mostrar lo que llamamos los “pliegues de la historia”, esto es, aquellos lugares menos visibles pero no por ello menos centrales de la misma; en este caso, la voz de las otras, mujeres y disidencias sexuales, que tanto en el ámbito público como privado son pilar fundamental –aunque oculto- de la historia. El carácter plegable permite también poner en escena otro de los objetivos de la obra: dar cuenta del carácter interpretativo de la historia y de la variación de su sentido según las circunstancias y las miradas. Desde esta perspectiva, la historia no es ni transparente ni lineal; está plagada de ideología, lucha de intereses, violencias, deseos, contradicciones. Nada mejor que el arte, entonces, para dar cuenta del carácter indeterminado, onírico y fantasioso que la atraviesa.

La visibilización de “las otras” pone en juego otro concepto de realidad, una realidad que no se escinde de ningún modo de la fantasía. Esto se logra a nivel estético rompiendo el pacto de lectura realista-positivista, -propio de la pintura narrativa histórica de carácter naturalista-, por medio del manga/animé; y a nivel conceptual, construyendo otro tipo de historia, una historia que entiende que hay un resto de realidad inaprensible, al tiempo que se centra en las voces acalladas y silenciadas. Haciendo carne el llamado de Walter Benjamin, la historia que desplegamos es una historia a contrapelo de los relatos dominantes así como de las formas de contar esos mismos relatos. El lenguaje animé permite poner en evidencia la ficción que subyace a toda creación artística e histórica y remite también al feminismo como movimiento político y cultural que cuestiona todo lo existente.

Lo personal es político
Las figuras representadas en el biombo provienen tanto de la historia como de la imaginación. Forman parte del ámbito público, con nombre y apellido comprobables en fuentes históricas “reales”, tradicionales, como del ámbito más privado y anónimo. De alguna forma, todxs nostotrxs estamos allí. Tanto en las heroínas que liberaron nuestras patrias, como en las amas de casa y trabajadoras que hacen la historia de nuestra América todos los días, de un modo más invisible aún. Nxs une el ser centro y motor de la historia, invisibilizadxs por el discurso dominante, colonial y patriarcal. Este biombo, lejos de esconder, como hace todo biombo, pone en escena el ocultamiento y muestra a lxs Protagonistxs de la Historia, así con mayúscula.

En el principio es el grito
Sin el grito no hay historia, no hay lucha, no hay transformación. Sin el grito, sin la indignación, sin el odio, como decía Ernesto Che Guevara, no hay resistencia. Como dijera Karl Marx en su análisis sobre la acumulación originaria de El Capital, “La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica”. La historia es como nuestra menstruación, chorrea sangre por todos sus poros. Surge de ella, como el biombo.
El frente de la obra, eso que vemos a primera vista, un frente de revoluciones y resistencias feministas y anti-coloniales, supone un contrafrente, supone una mirada. Una mirada que interpela, que nos llama a indignarnos y resistir frente a la opresión de los ¿nuevos? colonialismos patriarcales; indignarnos ante la injusticia, ante el silenciamiento. Nos invita a gritar con furia. Tal como lo hiciera el angel de la historia de Walter Benjamin en sus Tesis de filosofía de la historia, es una mirada que construye una visión del pasado, un pasado de colonización y resistencia, y una visión del futuro: un futuro de emancipación.

Una Historia feminista para una sociedad liberada
Parafraseando a Rodolfo Walsh, nuestras clases dominantes han procurado siempre que las mujeres y diversidades sexuales no tengamos historia, no tengamos doctrina, no tengamos heroínas ni mártires. De esta forma, cada lucha empieza de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. Como dice la historiadora Dora Barrancos, la historia no es que ignorara a las mujeres, si no que las encerraba en el círculo de lo doméstico y de la intimidad. El biombo se levanta insurrecto ante tal injusticia desnaturalizandola y proponiendo un cambio epistemológico que también es político. Las mujeres y sexualidades disidentes tenemos otra historia; nuestro deber es entonces recordarla, mostrarla, resignificarla, construir nuevas formas de producción y transmisión del conocimiento, donde el arte y la creación colectiva ocupen un lugar fundamental.

Bartolina Sisa
En el principio fue la conquista, la colonización. No hay nada más patriarcal que creer que otrx – ya sea un territorio geográfico, ya sea un terrorio corporal, lo mismo da- es un objeto a ser apropiado, poseído. El colonialismo es el patriarcado, sin más.
En términos del primer marxista latinoamericano, Jose Carlos Mariategui, el/la sujetx de la revolución indoamericana es el/la indix. Su problema es el problema de la tierra, arrancada por los conquistadores y su régimen de producción esclavista y servil. Comencemos pues por Bartolina Sisa y la resistencia del pueblo indígena a la colonización. Considerada una de las mujeres indígenas más valientes de la época al entregar su vida por la libertad de su pueblo; Bartolina, del pueblo aymara, protagonizó una rebelión en contra de la colonia española a finales del siglo XVIII junto a su esposo Túpac Katari.
Una de las principales organizaciones sociales de Bolivia es la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia, que lleva el nombre de esta heroína de la Independencia. El 5 de septiembre de 1983 en el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América, reunido en Tihuanacu, Bolivia, se instituyó el Día Internacional de la Mujer Indígena en honor de la heroína Bartolina.

Mamá Luchona
Esta figura representa el trabajo que cada día millones de mujeres realizan en su hogar. El trabajo menos visible pero no por ello menos importante pues permite la reproducción de uno de los núcleos centrales para la reproducción del sistema capitalista en su conjunto: la familia. Las madres, trabajadoras en su casa y fuera de ella también, ponen en juego un trabajo afectivo, de crianza y cuidado, no remunerado y muchas veces despreciado –por sus parejas, sus ex parejas y/o el resto de la sociedad-, a pesar de su centralidad e importancia. Su valor es tal que es incuantificable, ¿cuánto debería ganar esta mujer trabajadora a tiempo completo? La mama sindicalizada y deseante, presente en el biombo, hace justicia al silenciamiento y llama a la organización: como reza el sticker presente en la escena, “el lugar de una mujer es su sindicato”.

Piqueteras
La desocupación generada por las políticas neoliberales implementadas durante las década de los noventa en la Argentina – aún vigentes en nuestros días- dio lugar a la formación de un “ejército de reserva”, como lo llamara el filósofo Karl Marx, cada vez más grande. Estos hombres y mujeres desocupadxs comenzaron a hacer piquetes en distintas rutas del país en protesta a estas políticas, al grito de “trabajo digno”.
Las pioneras en este camino fueron las mujeres, quienes levantaron a sus maridos deprimidos de sus camas y los llevaron a las rutas; fueron ellas las que salieron a cortar la ruta 22 y la provincial 15 en Cutral Co y en Plaza Huincul un 20 de junio de 1996. Pero este grupo de mujeres nunca imagino que aquellos 6 días en la ruta con 400 gendarmes y jueces que pedían desalojos resultaría en una victoria. Mas allá de los planes sociales, del alimento para los comedores, de la reconexión de servicios públicos que lograron, inauguraban un modo de protesta que había arrastrado a todo el pueblo y luego al país. Un año después durante otra protesta, caía asesinada la joven docente y madre de dos hijos, Teresa Rodríguez.
Ellas, amas de casa, habitantes y también sufrientes del espacio doméstico, ocupan el espacio público y resisten dignamente la exclusión que este sistema imprime, cada día de un modo más violento, a los sectores populares. Resisten en las calles, resisten en las ollas que conjuran el hambre, cual brujas; resisten desde el amor. La enormidad de su figura en contrapicado da cuenta de la centralidad de su rol: el trabajo afectivo es también trabajo político resistente, creador de una nueva identidad colectiva, y por qué no, de un proyecto político alternativo y transformador.
Los movimientos de desocupadxs se componen de aproximadamente un 80% de mujeres. Hoy siguen siendo las que motorizan el trabajo autogestivo, los comedores populares, las guarderías, los jardines, las cuadrillas, las asambleas. La experiencia organizativa inédita ha fortalecido una camada de miles de mujeres que se ha ido integrando al movimiento feminista de los últimos tiempos.

Fanáticas de los boliches
Las mujeres somos sujetas de la historia porque somos sujetas de deseo. Desde la edad media al menos -epoca que parió la colonización que aún sufrimos, en adelante-, se castiga el deseo, el erotismo. Se vigila y se castiga. Las brujas eran quemadas por deseantes, por subvertir el orden católico dominante. En nuestros días, la inquisición continúa. Ya no serán esas “brujas feas de los cuentos”, sino mujeres y sexualidades disidentes que con su mera existencia erógena y “desfachatada” cuestionan el discurso del castigo patriarcal que vive y colea hasta nuestros días. Los femicidas son los nuevos verdugos, y los medios masivos de comunicación la justicia secular que juzga, sentencia y legitima los asesinatos culpabilizando a la víctima. Sí, somos “fanáticas de los boliches”, como titulara el diario Clarín a propósito del femicidio de Melina Romero; somos mujeres deseantes, mujeres que gozan; somos mujeres que junto a otras gritamos “vivas, libres y deseantes nos queremos”!

Putas guerrilleras
La década de los sesenta y setenta fue una década de profundas transformaciones sociales, culturales y políticas en la región y el mundo. Una parte importante de la sociedad argentina y latinoamericana se volcó en esos años a la lucha por la liberación de nuestras patrias. Esa lucha era entendida, mayormente, en términos violentos y esto no era un mero capricho; se relacionaba directamente con la nula participación democrática existente –golpes militares y proscripciones mediantes- y también con deseos de transformación y emancipación que desbordaban ampliamente los límites de la democracia burguesa y liberal. “Socialismo nacional” era un signo ideológico que circulaba junto a otros como “liberación o dependencia”, “Patria o muerte”, pues el horizonte era la “Revolución”. Lucha armada fue el nombre que se le puso al modo de lucha que imperó durante esos años, herencia directa del foquismo guevarista y la revolución cubana. En este marco las mujeres también lucharon, muchas veces masculinizándose –es a veces difícil distinguir en las fotos de época, las mujeres que se esconden tras los uniformes de fajina- al tiempo que eran relegadas de los lugares politicos de mayor importancia.
Esta subjetividad femenina, militante y masculinizada no era mero producto del azar. Se correspondía con el modelo militante construido en los discursos de las organizaciones de ese entonces, como el PRT-ERP de Argentina (Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo). Si bien el discurso público sostenido por estxs militantxs reproducía en espejo esa imagen dura, invencible como el acero y moralista -imagen producida y sistematizada en el documento “Moral y Proletarización”, presente en la escena pictórica, que castigaba las actitudes “pequeño-burguesas” e imponía el mandato de la maternidad-, en el discurso subterráneo de la privacidad militante, la dureza convivía con la dulzura, el amor, el desamor, el deseo, la tristeza, el temor. El “hombre nuevo” guevarista, aparentemente monocorde e igual a sí mismo, oculta tras sí a hombres, mujeres, y/o sexualidades disidentes que desgarran aquella pretendida homogeneidad moralizante represiva. Esta escena visibiliza el discurso oculto de las mujeres guerrilleras: las que luchan, también lloran, se enamoran, se pintan, dudan, desean, sueñan y aman.

Las mujeres de la independencia
Empujadas tanto por las circunstancias como por una relajación temporal de las reglas patriarcales, las mujeres de la independencia combatieron, espiaron, conspiraron haciendo usufructo de la supuesta “debilidad” de su género. Subestimadas por el poder colonial y patriarcal, generaron sus propias herramientas de resistencia y fueron así parte importante de la lucha independentista, aunque invisibilizadas y despreciadas por la historia dominante.
Ese fue el caso, por ejemplo, de Martina Céspedes y sus hijas quienes durante las invasiones inglesas lograron tomar prisioneros a 12 soldados ingleses tras hacerlos ingresar de a uno en su pulpería. Juana Azurduy fue una altoperuana que junto a su marido, Manuel Padilla, reclutó soldados indígenas para las fuerzas patriotas, participó de las expediciones al Alto Perú y en la denominada “guerra de republiquetas”; período durante el cual la guerra le arrebató a su marido y a cuatro de sus cinco hijos.
Mariquita Sánchez de Thompson, mujer perteneciente a una reputada familia de Buenos Aires que se convertiría en una de las primeras mujeres políticamente activas a favor de la Revolución de Mayo y la Independencia, capaz de realizar brillantes análisis políticos y en cuyas tertulias se dieron cita las personas más influyentes de la época.
Salteña y de la alta sociedad, María Loreto Sánchez de Peón Frías organizó y encabezó una red de mujeres espías al servicio de la guerrilla de Güemes ante las sucesivas invasiones realistas en las ciudades de Salta y Jujuy. Se disfrazaban, seducían a los realistas, ocultaban papeles entre sus faldas, montaban a caballo y recorrían largas distancias para obtener información y transmitirla al ejército patriota en un buzón natural en medio de la nada. Un árbol al que se le había hecho un hueco y luego vuelto a tapar con la misma corteza, cerca de donde las criadas iban todos los días a lavar la ropa y a buscar agua.
A la liberta María Remedios del Valle, había que ocultarla de la historia oficial de nuestra patria no solo por mujer sino también por negra, descendiente de esclavos. Como dice Rita Segato, la dominación de género no es universal, está atravesada por la experiencia de la colonialidad. Género, clase y raza se unen y refuerzan mutuamente para producir la exclusión de esta protagonista ineludible de nuestra historia. Junto a su hermana, su madre y su tía integró el grupo denominado “Las niñas de Ayohuma”: mujeres afroargentinas que asistieron a los heridos y lucharon heroicamente en el Ejército del Norte durante toda la guerra de Independencia. Se ganó a fuerza de coraje y arrojo en la batalla, y de entrañable cariño por los enfermos, heridos y mutilados en combate, el título de “capitana” y de “madre de la patria” como empezaron a llamarla los soldados caídos y luego repitieron los generales.

Aborto legal ya!
Esta escena no representa una realidad, sino un anhelo, un deseo colectivo que aún espera y exige justicia: que el aborto deje de ser angustia y muerte; que nuestrxs niñxs disfruten de su niñez y no sean obligadxs a llevar adelante una maternidad que no eligieron; que la maternidad sea deseo y no mandato. Sin aborto legal, las personas con cuerpas gestantes no somos libres: “Educación Sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”!
La lucha por la legalización del aborto no comenzó en 2018. Si bien fue su punto más álgido, consiguiendo por vez primera la legitimación en sectores amplios de la sociedad y la media sancion en Cámara de Diputados -no así en el más conservador Senado- la lucha por el derecho a decidir sobre nuestras cuerpas gestantes ya tiene un largo tiempo.
Hija de la insurrección popular de 2001, surge en Buenos Aires durante el año 2002 la Asamblea por el derecho al aborto con la concurrencia de feministas, asambleístas, piqueteras, organizaciones estudiantiles, partidos políticos y activistas independientes. Luego de un largo camino de reuniones y asambleas, en mayo de 2005 se realizó en la provincia de Córdoba una reunión autoconvocada que tuvo carácter federal, y contó con la asistencia de 70 organizaciones de varias provincias. Se evaluó que era un momento oportuno para lanzar una campaña por el derecho al aborto a nivel nacional.
La Campaña, como otras instancias de organización feministas, ha tenido el gran mérito de cohesionar un amplio espectro de agrupaciones con trayectorias políticas disímiles, de diversa orientación política y diversas prácticas activistas. Esta política de alianzas fue fundamental para otorgar una mayor difusión y legitimidad al reclamo del aborto, que cada día suma mayor adhesión social, como lo mostraron las jornadas históricas de 2018 así como cada nueva pañuelazo. La lucha para que esta escena pictórica sea realidad y no mera fantasía continúa!

Nunca Más
Producto de la más sangrienta dictadura que haya vivido nuestro país (1976-1983), con 30 mil desaparecidxs y miles de presxs políticxs y exiliadxs, se levantó el Nunca Más, grito de la sociedad argentina contra el terrorismo de Estado y el olvido.
El informe que lleva ese nombre -grito, libro y memoria del horror- fue elaborado por la CONADEP (Comisión integrada por diversas personalidades de la cultura y de la Cámara de Diputados de la Nación). Gracias a su enorme inflluencia se popularizó la lectura humanitaria de las desapariciones y pudo establecerse la responsabilidad de las Fuerzas Armadas del plan sistemático de exterminio. Su perspectiva articuló las premisas del orden democrático restaurado en 1983, los postulados generales del gobierno de Alfonsín para juzgar la violencia política y el discurso humanitario forjado durante la dictadura para denunciar estos crímenes; discurso articulado y sostenido a capa y espada por las verdaderas parteras de la recuperación democrática argentina: las madres y abuelas de Plaza de Mayo junto al resto de los organismos de derechos humanos. Fueron ellas quien mediente medios pacíficos, pero no por ello menos tenaces, lograron despacito y con mucha paciencia construir una memoria de aquellos años que haga justicia a lo acontecido, salvándonos del olvido.
La nieta restituida 126 -son 128 en total lxs nietxs recuperadxs hasta la fecha, siendo mas de 400 en total lxs spropiadxs- se llama Adriana, nació en cautiverio y es hija de Edgardo Garnier y Violeta Ortolani, ambxs militantes de la organización revolucionaria Montoneros. Sus verdugos quisieron desaparecer su memoria, pero no pudieron. Adriana vive, y en ella lo hacen sus padres y su abuela, quién nunca se cansó de buscarla.
Lxs nietos, retratos vivientes de sus padres y madres revolucionarixs, son el ultimo vestigio del dolor y, a su vez, de la esperanza. Herederxs de un sueño de transformación y emancipación social, nos interpelan a construir esa sociedad deseada, que lucha por la memoria y la justicia de su pueblo. En lxs nietxs y en quienes luchan contra el olvido -de la violencia ejercida pero también de los deseos de transformación-, viven los sueños de una generación.

Las artistas
El biombo, pieza artística, no sólo reflexiona sobre el lugar de la mujer y otras identidades sexuales en la historia política, la de los grandes y “pequeños” hechos históricos. También es una metareflexión, esto es, reflexiona y pone en cuestión la historia del arte, del pensamiento; sus silencios y ocultamientos sobre esos mismos lugares. Para ello pone en escena el cuarto propio de la artista del que hablaba virginia woolf, como espacio personal de suma importancia para poder desarrollar la creación artística, valerse de los medios materiales para poder producir.
De espaldas, aparece Alfonsina Storni, una de las primeras feministas argentinas que en sus poemas ya exponía la crítica a la sociedad patriarcal, como por ejemplo en “Me quieres blanca” o en “Hombre pequeñito”. Pero esta artista y sus pensamientos no se encuentran solos. La rodean otras tantas exponentes del arte y del pensamiento, precursoras en sus disciplinas y hacedoras históricas. Ellas son Cecilia Grierson (primera médica argentina); Virginia Bolten (militante anarquista, feminista y sindicalista argentina); Julieta Lanteri (primera mujer en votar en Argentina y Latinoamérica); María Luisa Bemberg (directora de cine y guionista argentina feminista); Gabriela Sabatini (la tenista argentina más destacada de la historia argentina) y Effy (artista performer trans argentina). [19:20, 1/3/2019] También se encuentran Diana sacayan, una de las principales activistas por el reconocimiento y la inclusión social del colectivo travesti en Argentina y en la región, asesinada el 11 de octubre de 2015 y la actriz y cantante de tango Tita Merello. La guitarra representa a María Gabriela Epumer, una de las rockeras y guitarristas más importante de la escena musical.
El feminismo, en el arte, en el pensamiento, en la acción, es una gran discusión colectiva, infinita, donde la verdad, producto original, exclusivo y excluyente del patriarcado, no existe ni debe existir. La verdad coloniza; el feminismo dialoga y libera.

Ciudadanía y Justicia Social
El voto femenino, conseguido de la mano del gobierno peronista y de su líder femenina, Eva Perón, en el año 1947, colocó finalmente a las mujeres argentinas como ciudadanas, con iguales derechos políticos que los varones. Sin embargo, la historia de esta conquista peronista no comienza allí.
Desde fines del siglo XIX las mujeres argentinas venían luchando por la obtención de sus derechos cívicos. En 1907 la socialista Alicia Moreau de Justo creó el Comité Pro-Sufragio Femenino. Estos impulsos influyeron decididamente para que, en mayo de 1910, en pleno centenario, Buenos Aires fuera elegida como sede del Primer Congreso Femenino Internacional con la participación de delegadas chilenas, uruguayas y paraguayas donde se reclamó enérgicamente el derecho de las mujeres a votar.
Julieta Lanteri fue la primera mujer que logró votar en elecciones en el país. Se trató de una médica y política ítalo-argentina, la primera estudiante femenina del Colegio Nacional de La Plata y la primera mujer que pudo sufragar en la Argentina y también en toda América Latina, tras conseguir un amparo judicial que la habilitó en 1911. En ese mismo año el diputado socialista Alfredo Palacios había presentado el primer proyecto de ley de voto femenino en el Parlamento Nacional, faltaba aún un año para que se sancionara la Ley electoral conocida como Ley Sáenz Peña de voto secreto, universal (o sea masculino en el lenguaje político de la época) y obligatorio. El proyecto de Palacios ni siquiera fue tratado sobre tablas. Las mujeres eran consideradas incapaces por el Código Civil de 1871.
En 1929, un compañero de ideas de Palacios, Mario Bravo presentó un nuevo proyecto que dormiría –golpe de Estado mediante- el sueño de los justos en los cajones de la cámara por tres años hasta que pudo ser debatido a comienzos de septiembre de 1932. En apoyo a la ley llegaron al Parlamento 95.000 boletas electorales firmadas por otras tantas mujeres de todo el país con la siguiente consigna: “Creo en la conveniencia del voto consciente de la mujer, mayor de edad y argentina. Me comprometo a propender a su mayor cultura”. Pocos días después, el 17 de septiembre, la Cámara Baja le daba media sanción a la ley propuesta por el diputado socialista Mario Bravo que facultaba a las mujeres para votar. Tal como ocurrió en otras ocasiones, el proyecto de ley con media sancion no pudo pasar la censura del Senado. La bancada socialista insistió sin éxito con proyectos presentados por el diputado Palacios en 1935 y 1938. Este último fue apoyado por una declaración de la Unión de Mujeres Argentinas, firmada por Susana Larguía y Victoria Ocampo.
Desde aquel proyecto de Palacios de 1911 se presentaron otras 22 iniciativas legislativas hasta que el 9 de septiembre de 1947 pudo sancionarse finalmente la ley 13.010 que establecía en su primer artículo:” Las mujeres argentinas tendrán los mismos derechos políticos y estarán sujetas a las mismas obligaciones que les acuerdan o imponen las leyes a los varones argentinos.”
El 23 de septiembre, Evita, la mujer que definitivamente colocó en otro lugar a las mujeres trabajadoras y olvidadas de la historia política de nuestra patria, debutó como oradora en el balcón de la Casa Rosada; lo haría para hablar ante una multitud convocada por la CGT que celebraba la obtención el voto femenino. Este es uno de los fragmentos de su discurso:
“Mujeres de mi Patria:
Recibo en este instante, de manos del Gobierno de la Nación, la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo, ante vosotras, con la certeza de que lo hago, en nombre y representación de todas las mujeres argentinas. Sintiendo, jubilosamente, que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria.
Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos artículos una larga historia de lucha, tropiezos y esperanzas. ¡Por eso hay en ella crispaciones de indignación, sombras de ocasos amenazadores, pero también, alegre despertar de auroras triunfales!…Y esto último, que traduce la victoria de la mujer sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados de las castas repudiadas por nuestro despertar nacional, sólo ha sido posible en el ambiente de justicia, de recuperación y de saneamiento de la Patria, que estimula e inspira la obra de gobierno del general Perón, líder del pueblo argentino”.