entre.vista ~ Luz Peuscovich

Luz Peuscovich, artista argentina, presenta la instalación “The cloud, the mountain and the river. A portrait of Kamiyama” en el pueblo de Kamiyama (Japón). La llegada de la artista a este pueblo, marcó el inicio de un viaje interior, repleto de reflexiones en torno a la vida, sus ciclos y canales de encuentro. Estas meditaciones se articulan en un contexto natural imponente, donde la contemplación del paisaje y los vínculos con su comunidad resultaron ser la fuente para crear esta instalación inmersiva.

“(…) Cuando llegué a Kamiyama mi primera pregunta fue, qué es lo universal que me puede hacer sentir cerca de esta gente, de esta cultura, ahora sé que no hay nada más universal que la vida, la naturaleza y la presencia de los seres queridos.” fragmento del texto de Luz sobre esta exposición.

A partir de una constelación de elementos colgantes, que introducen a lxs visitantes a una atmósfera suave y sútil, se invita a recorrer la instalación desde lo corporal y sensorial. Luz incita a atravesar esta pieza conscientemente, desde el encuentro con los materiales, cristales y destellos de luces reflectantes que aparecen entre los objetos,  y también desde el anhelo de generar una instancia que movilice más allá de lo tangible. 

En esta entre.vista la artista profundiza un poco más sobre las experiencias, relaciones y reflexiones que la han atravesado en el proceso de creación de esta obra.


M.L.M:. ¿Qué lecturas, miradas y/o experiencias nos podes compartir de tu paso por Kamiyama  que te hayan inspirado  para la creación de esta pieza en particular? ¿Cuál es el trayecto personal y artístico que atravesaste para llegar a este trabajo?

L.P:. La base de todo fue el mapa del territorio. De esos mapas que te muestran las alturas. Kamiyama está desplegada a las orillas del río y entre las montañas con una forma bastante específica. Entre las montañas hay una más alta, en donde está el templo.

La propuesta inicial era trabajar con el mapa invertido, el arriba abajo y el abajo arriba. Es así que a partir de esto dibujé el mapa con cintas de papel de distintos colores en una red, de donde colgaría los hilos. Cada color de cinta era una altura geográfica diferente, y por lo tanto un hilo más largo o más corto. Tenía 14 medidas distintas. Sabía que el río era por donde pasaría caminando la gente, y por lo tanto donde quería poner la diversidad de objetos que encontraba en el lugar. No visualizaba la forma final aún. 
Recién iniciado el montaje, muere mi papá, todo fue muy rápido y no tuve posibilidad de volver a Argentina a tiempo. Él era alguien tan pleno, tan sabio siempre… sentí la responsabilidad de hacerle honores de la mejor manera que podía donde estaba. 
Ya había leído bastante sobre la visión de la muerte en Japón y de pronto todo tenía mucho sentido. Para la cultura Japonesa, los primeros 49 días posteriores a la muerte son lxs hijxs lxs principales encargadxs de acompañar el alma a que pueda seguir su camino más allá de este mundo. 

Fue así que me di cuenta que era una nube, para acompañar su viaje. Lxs caminantes dentro de la obra, eran parte de ese pasaje, de caminar a través de todos esos sentimientos, que él y yo estábamos viviendo. Y la propuesta era que mientras caminaban pensaran en todo eso que querían transformar en sus vidas, como un deseo hacia el futuro.

Poder abrir todo ese proceso en el texto, que las personas supieran lo que me estaba pasando, permitió recordar no solo a mi padre, sino a sus seres queridxs. Mucha gente lloró y me contó sus historias, o simplemente con mucha emoción en los ojos me dijeron gracias. Y yo, no pude sentirme más feliz. Había un pequeño altar en la entrada, donde puse una foto de Elias, mi viejo, y donde lo veía sonreír mientras la gente pasaba y le hacía reverencias. De fondo se escuchaban sus canciones favoritas, una playlist que hicimos con mi familia.

M.L.M:. La instalación sumerge al espectadorx a una nube de sutilezas, invitando a registrar su paso por la misma, a reflexionar y sentir la propuesta de transición-transformación. ¿Cómo fué la respuesta y experiencias de la comunidad de Kamiyama a esta instalación?

L.P:. Bueno como te decía antes, la gente estaba básicamente muy emocionada. Pasaban mucho tiempo dentro de la instalación. Caminaban dos o más veces, algunxs se sentaban o acostaban en el piso. 
Muchas muchas fotos, de todos los ángulos. Igualmente había algo que era imposible de capturar con las cámaras. La multiplicidad de brillos de los cristales. Pero igual lo intentaban una y otra vez. 
Mucha gente fue más de una vez a visitar la muestra. Traían a sus vecinxs, amigxs y familiares. Gente de todas las edades, gente muy mayor o con dificultades para caminar, querían cruzar la nube. Niñxs, adolescentes, adultxs de distintas edades. 
Con el correr de los días la gente no paraba de venir y empezamos a notar que ya no eran de Kamiyama, sino de otros pueblos cercanos. Dos canales de televisión habían compartido notas sobre la muestra y la gente se enteró y vino a visitarla.
Las emociones eran múltiples, entre alegría y fascinación por esos brillos, la locura de no entender cómo eso era posible, ¿Cómo lo hizo? Decían. Y como decía antes la emoción por la historia.
Me dijeron tantas cosas lindas… la imaginación se disparaba para muchos lugares, como “me siento bajo el agua”, “estamos realmente bajo una nube lloviendo”, o tal vez mi favorita, ”que cada hilo era un alma viajando hacia el cielo”. Realmente frente a eso, no había distancias culturales posibles, todo se sentía muy cercano.

M.L.M:. La obra tiene cierta complejidad material y constructiva. ¿Cómo fue el proceso de realización de esta pieza? ¿Encontraste nuevos desafíos para esta realización?

L.P:. Si, claro que fue un desafío técnico. Por dos razones principales: primero porque fue la primera instalación de gran formato (10 x 6 x 5 m) que hice post pandemia y segundo porque tiene muchas etapas y muchas piezas, eran más de 3000 hilos, y cada uno debía tener un largo específico y un lugar específico en la totalidad, pero además antes de ser colgado debía ser cristalizado. Además de la recolección y cristalización de los objetos naturales.
Entonces la primera etapa fue de dibujo de las redes de donde colgaría todo. De esa red colgué hilos negros, de donde despues colocaría los cristalizados. 
Luego la red fue montada en el teatro Yoriza (de 1929) y desde ahí colgué cada hilo, ahí tuve un asistente que fue espectacular, Otti, muy compañero y entendiendo perfectamente mis niveles de obsesión frente a los pequeños detalles.
Por otro lado armamos un laboratorio para el cultivo de los cristales. Ahí tuve asistentes, Yoko y Hisako, que me ayudaron muchísimo a darle un buen ritmo al trabajo ahí y trayendo un montón de cositas hermosas de la naturaleza para cristalizar, pero lo más lindo para mi fue ver como disfrutaban de lo que estaban haciendo y aprendiendo. Y no debo dejar de mencionar a Keiko, la productora de todo, de las personas más capaces con las que he trabajado, con mucha capacidad de gestión y articulación de múltiples niveles de información en simultáneo. Consiguiendo todo lo necesario en tiempo record y siempre con buen ánimo y predisposición. Fue maravilloso trabajar con ellxs.

M.L.M:. Cuando la instalación se desmonte, la intención es que cada persona en Kamiyama pueda tener una parte de este trabajo. ¿Qué implica este ciclo en este trabajo en específico?

L.P:. Si, parte del objetivo es que la instalación se disemine por el pueblo. Esta residencia está gestionada desde hace más de 20 años por la gente del lugar, con apoyos públicos y privados. Ellxs me bancaron para viajar y me pagaron un salario para la realización, además de gestionar todos los gastos de producción de la obra. Sentí que lo apropiado era que sea de ellos y qué mejor que la nube se desparrame y quede en la casa de cada persona del pueblo. Que esta pase a ser una historia de todxs. Que ese objeto sea un recuerdo de lo vivido y una semilla para el futuro.
Además las caritas cuando les decíamos que podías pasar a buscar un pedacito luego del desmontaje, era de tanta alegría expresada, que esa fue para mí la clara confirmación de que era por ahí.
También fue una linda excusa para quedar en contacto a través de las redes con la gente del pueblo, admito que me hice muchxs amigxs, que después de ese tiempo podía reconocer a la gente en la calle y saludarles. Me hicieron sentir parte del lugar, muy de igual a igual, aunque con muchxs no podía hablar sin traductor. Es impresionante como cuando la emoción nos conecta, las palabras no son necesarias, hay gestos universales, como una sonrisa.