Mientras mis sueños sangran

El Mirador, Buenos Aires, Argentina – 2020
Curaduría: Joaquín Barrera
Fotos: cortesía de El Mirador

La galería El Mirador presenta “Mientras mis sueños sangran” inaugurando también una nueva etapa de su proyecto y un cambio de perspectiva para el espacio.

La pandemia vislumbró reflexiones y conclusiones sobre los cambios inminentes que se vienen en torno al ecosistema del arte contemporáneo en Argentina y desde este lugar, Mariana Bersten (directora de Fundación El Mirador) propuso sumar otras miradas al equipo de trabajo para cultivar nuevos ejes.

De esta manera la llegada del curador Joaquín Barrera como Director Artístico de la galería fue acompañada de un cambio integral que impulsó al espacio a reformular las estrategias y los modos de producción de contenido para dirigirse a una audiencia más plural.

En nuestras primeras conversaciones con Mariana empezaron a aparecer algunas evidencias comunes que nos interpelaban y ponían en jaque todo lo conocido y transcurrido hasta ese tiempo. Desarrollar una mirada más primaria, localista, concreta y sincera del mundo del arte nos parecía fundamental para poder construir un modelo de gestión que deje de lado el perfil internacionalista for-export que las prácticas neoliberales nos vienen exigiendo y que se concentre primero en construir ciudadanía, comunidad y red en lo local. Quizás la pandemia puso sobre relieve otro tipo de necesidades y comenzamos a pensar para quienes estábamos trabajando y cómo lo estábamos haciendo.” nos comenta Joaquín.

Buscando generar una galería abierta, que promueva cruces interdisciplinarios y acciones públicas, otra iniciativa que impulsarán está relacionada con la dinámica barrial de San Telmo en donde está ubicada la galería. Sobre este punto Joaquín agrega:

(…) “Cada exhibición irá acompañada de una grilla de actividades que serán diseñadas en conjunto entre les artistas que exhiban, curadores y el equipo de El Mirador y pondremos especialmente el foco en propuestas que piensen nuevas vidas para las exhibiciones, que integren al barrio de San Telmo en la experiencia y que permitan construir nuevas formas de acercamiento a quienes no pertenecen al submundo de las artes visuales. También estamos trabajamos, junto a Paula Fodor nueva Directora de Proyectos Especiales, en la realización de un microfestival al aire libre para cada muestra, a realizarse al frente de la galería en el Anfiteatro del Parque Lezama. “

La exhibición “Mientras mis sueños sangran” marca un antes y un después para el espacio, atravesado por lxs artistas, por su programa de formación  Artistas x Artistas  y por su contexto inmediato, buscando fluir en prácticas menos institucionalizadas y más ligadas a lo intuitivo, al cruce de la experiencia y a la no domesticación del mercado.

“Mientras mis sueños sangran” esta conformada por obras de los siguientes artistas: Chongo Futbolista, Cecilia Catalin, Facundo Belén, Jimena Travaglio, Julia Padilla, Marco Pimentel, Mariana Bersten, Ornella Pocetti y Trinidad Metz Brea,

Texto curatorial de Joaquín Barrera:

No podría precisar desde cuando tengo consciencia efectiva de mi existencia terrenal. Es como una nube porosa que se diluye en mis pensamientos y atraviesa toda mi infancia, hasta llegar a bien entrada la adolescencia. Quizás antes que recuerdos, tengamos sueños. O quizás aún soñemos con líquido amniótico, jugo precioso que es el refugio secreto al que siempre volver cuando no sabemos bien a donde ir. Es probable que esa primera memoria -que nos dio todo lo que sabemos sobre olores, sensaciones, colores, ritmo y dolor inmaterial- esté mezclada con el imaginario onírico que desarrollamos en la infancia. Un poquito cerebral, pero lleno de azúcar y de fantasía. 

Hace tiempo que deberíamos haber saltado el río de un mundo que nos agobia y que a veces es pesadamente verdadero. Estoy seguro que hay otra dimensión posible pero no sé dónde queda. Es que cuando abrimos los ojos, después de correr maratónicas sesiones de horas de trabajos interminables, de acumulación de capital económico y simbólico, de fiebre y toxicidades industriales, lo que nos devuelve la realidad es puro gris y cemento, tristeza y soledad, mandatos y automatismo. Alguna vez hubo un lugar mejor. Quizás solo haga falta soñar caminando, o hundir la cabeza en el fondo de la tierra para oír mejor el canto silencioso de unas lombrices bailarinas.

Cruzar la puerta de esta exhibición y adentrarse en este umbral cuasi mágico es un ticket gratuito a viajar en un tren fantasma sin conductor que nos pasea por un mundo de algodones y de lágrimas perladas, de cuerpos que regurgitan y se multiplican sin parar, de olores escupidos, de ojos que no dejan de sangrar agua salada, de manos que te tocan sin tocarte, de palabras vomitadas, de ingenierías domésticas fallidas, de alimentos en descomposición permanente y de cyborgs humanoides hechos de fósiles de plantas de las que ya no brotan hojas verdes. 

El portal que hoy se abre propone un viaje en etapas, que comienza con una primera instancia más cercana al estado de duermevela, ese ensueño dulce y sedoso, perfumado y de sutil elegancia. Es que hay un humo blanco y suave que nos toma de los pies mientras dormimos y nos lleva de paseo con el viento hacia un surrealismo pink, más cercano a los dibujos animados y al terror soft de cuentos de hadas que a la intensidad kafkiana de un submundo más sinuoso y denso. Hay en el ambiente una sensación parecida a la que tendríamos si pudiéramos flotar, o aunque sea de nadar de regreso a la panza de una madre. Pero igual hay algo que nos llama, que nos reclama, que nos pide continuar ese camino: es una luz que no para de titilar y que nos grita que descendamos.

Cuando era chico soñé muchas veces que me caía por un ascensor y sentía todo el vértigo del vacío que me hacía cosquillas desde la pelvis a los pies. ¿Será que la ansiedad también la transmitimos estando dormidos? ¿Alguna vez podremos liberarnos completamente de la mente? ¿Seremos capaces algún día de atravesar ese flasheo intermitente que no para de fingir un falso estado de alerta? 

Arriba, lo eterno. Abajo, lo volátil. Arriba, lo que pretende prometer estabilidad. Abajo, lo que convulsiona. En el medio, lo que transiciona. 

Recorrer la última estación de este proceso de ensoñación profunda es zambullirnos a una ficción química, acuosa y orgánica o mejor aún, a un lugar más parecido a los subterfugios donde naufraga todo lo residual, lo que se desvanece y se pudre, lo que no tiene tiempo, lo denso, la basura emocional, los descartes vivos de lo terrenal. Ahí, donde acumulamos sedimentos de fantasías rotas, es que todo termina de perder sentido, el terror se vuelve carnalidad ensoñada y un espiral de ahogo nos empuja de nuevo a la salida. Es hora de volver, aunque seguimos sin saber a dónde.

Esta exhibición se propone ser un vehículo, un modo de experimentar, una forma de ver o simplemente la posibilidad abierta de acercarnos a las distintas etapas de los sueños que aparecen en la producción de los artistas presentados en sala. Quizás también es el intento de construir un mapa inventado, hecho con miguitas de pan, para arrimarnos tímidamente a esas pequeñas alteraciones sensibles que experimentamos en los sueños pero que habitan también en todos los estados de consciencia cotidianos que aún no hemos despertado, por seguir mirando lo que la vorágine de un mundo híper apurado nos obliga a ver en nuestro trajinar diario. Ojalá, además de continuar en la ardua tarea de reeducarnos sentimentalmente, podamos aprender a activar nuevos mecanismos sensitivos ilusorios que modifiquen la realidad objetiva de un universo que hace tiempo ya no nos pertenece. 

Aún nos queda un poco de tiempo para caminar entre las nubes, para volar a otros firmamentos, para bailar un vals con los árboles, para salir a jugar con el viento. Aún tenemos la inmensidad del mar y tiene mucha agua. Son lágrimas acumuladas. O los sueños rotos que aún sangran. Espero que la sal cure las heridas, para que por nuestras venas sigan corriendo ríos caudalosos de fantasía ensoñada.