entre.vista ~ Andrea Ferrero

Andrea Ferrero (Perú) siempre estuvo interesada en el estudio de monumentos y arquitectura, haciendo foco en las iconografías del poder que habitan el espacio público de las ciudades y sus influencias implícitas en el relato social.
A través de diversos formatos, escalas y materiales, Andrea ha desarrollado a lo largo de su carrera diferentes abordajes para desafiar ideologías políticas dominantes.

El contexto enrarecido que atravesamos en los últimos años habilitó a varixs artistas a desarrollar actividades paralelas que permitan otros flujos de producción. El flamante proyecto de la artista “Cuarentena Baking”  le ha permitido incorporar la pastelería como una experiencia más en su práctica creativa,  explorando la interdisciplina que ofrece la generación de piezas comestibles dentro de su proceso artístico, creando nuevos escenarios ficticios, narrativas alternativas y vivencias interactivas con su obra y la historia y la actualidad de Latinoamérica.

En conversación con Andrea, nos cuenta cómo comienza esta fusión y su mirada sobre la práctica interdisciplinar hoy en día.



¿Porqué las cosas no se caen? (2018)
Mil maneras de olvidar (2017)



M.L.M:. Tu proyecto de pastelería “Cuarentena Baking” ya cumple 2 años, destacándose por la experiencia estética en producir pasteles “vintage” y la gran demanda que ha generado en la comunidad. ¿Qué características detectas cómo diferenciales en este proyecto? ¿Cómo surgió esta iniciativa?



A.F:. Cuarentena es un proyecto hecho por artistas, somos muy detallistas y perfeccionistas y le ponemos muchísima atención al detalle; desde el empaque hasta el producto mismo, hasta la tarjeta que viene adentro de la caja, y el sticker que usamos para cerrarla. Creo que eso ha sido un gran diferencial, además de que somos muy impulsivos, nos gusta mucho experimentar, y empezamos a hacer cosas que no habíamos visto antes, como toda la onda de los vintage cakes que ahora está muy de moda pero que cuando empezamos no se veía mucho en México. El proyecto empezó en la sala de mi departamento en la CDMX, un poco sin plan ni dirección clara. Me mudé aquí en el 2019 con David, mi pareja, para hacer el programa de dos años de SOMA. Unos meses después empezó el encierro, se cayeron muchos proyectos y creo que como muchos, nos pusimos a hornear, casi como terapia, como manera de pasar el rato. Empezamos a intercambiar babkas, galletas, donas, panes de masa madre con amigos y de alguna forma se fue pasando la voz entre la comunidad artística y eventualmente nos empezaron a preguntar si podían comprarnos… Nos aventamos sin pensarla mucho, el proyecto creció, cambió, mutó, entraron amigxs artistas a ayudarnos, nos mudamos a un depa más grande, luego a un taller y luego a otro taller, y así. Siempre hemos experimentado mucho, somos muy impulsivos.. y uno de estos experimentos fue los pasteles “vintage” que se volvieron muy icónicos de la marca, pero también se convirtieron en una manera de pensar cosas; de exponer posturas políticas y feministas a través de mensajes divertidos y frases de reguetón, de expresar cosas que nos estaban pasando y eventualmente desencadenaron una serie de curiosidades, intereses, reflexiones y temas de investigación en mi práctica artística.






M.L.M:. ¿Cómo se articula y relaciona tu práctica artística con la pastelería?  ¿Qué otros enfoques o experiencias ha aportado “Cuarentena Baking” para repensar tu obra?



A.F:. Después de un rato de muy conscientemente separar Cuarentena de mi trabajo personal y de sentir que no tenía nada que ver una cosa con la otra, empecé a tener mucha curiosidad por los inicios de la pastelería y la historia de la decoración de pasteles – del “baking”, y de los rituales de comida y celebración. Todxs pensamos en Maria Antonieta cuando vemos los vintage cakes, y la famosa frase de “let them eat cake”, que en realidad revela muchas cosas sobre la idea del pastel y las ideologías elitistas y de poder alrededor de la pastelería del siglo 17. Los mismos ingredientes para hacer un pastel – azúcar, cacao, frutas, leche – eran productos de extracción, lujos reservados para los ricos que están intrínsecamente ligados a la explotación colonial y la esclavitud, pero al volverse accesibles empiezan a perder su poder como símbolo de riqueza. Es un poco lo que pasa también con los rituales de comida de los ricos, las celebraciones, bodas, quinceañeros, bautizos, etc. – estas eran manifestaciones de magnificencia real exclusivas de las élites, y existían para recordarle al pueblo que sus gobernantes eran deidades superiores, pero al ser reapropiadas y resignificadas de muchas maneras dejan de ser este gran símbolo de poder. Entonces empecé a encontrar muchas cosas interesantes en el decorar pasteles, a pensar en el simbolismo sociopolítico detrás de la idea del pastel y a encontrar conexiones entre los intereses de mi práctica personal y la pastelería – dinámicas de poder muy similares a aquellas que encontramos en el espacio público y la arquitectura: la comida como espectáculo y los rituales de comer como escenificaciones de poder; el consumo de bienes de lujo (como el azúcar) para afirmar estatus social y político, las celebraciones reales como forma de establecer y reforzar jerarquías,  y pensar en cómo la pastelería y los rituales alrededor de ésta terminan siendo herramientas muy poderosas para reforzar ideas colonialistas y de control. Comencé a entender lo que hacía en Cuarentena de otra manera – a pensar en el pastel como un símbolo, pero también a veces un medio, a incorporarlo en mi práctica artística y a pensar la decoración de pasteles como una extensión de mi práctica. Encontré muchas conexiones entre la re-distribución y re-significación de símbolos que planteo en trabajos anteriores con lo hago aquí, y a pensar en la pastelería y la decoración de pasteles como una forma de resistencia, de apropiación, de revertir símbolos colonialistas e incluso de defenderse contra sus propias asociaciones de género y “feminidad”.




M.L.M:. En el proyecto reciente para Matamoros 404 y el que vendrá para Jumex, se refuerza el concepto de “generar piezas efímeras, que se consumen, destruyen y defecan”. ¿Qué es lo que te interesa de esta dinámica participativa con tu obra? ¿Cómo han resultado estas dos experiencias en relación a lo interactivo?



En Matamoros se presentó el proyecto “El Baile del Centenario” curado por Dea Lopez, que me invitó a una residencia en co.merr, un proyecto organizado alrededor de la relación entre comida y arte. Esta fue la primera vez que aterricé la conexión entre mis dos prácticas y que realmente incluí la pastelería en mi trabajo. Hay muchos datos interesantes sobre los inicios del “pastel”, como de dónde viene la idea del pastel de boda y los rituales que existen alrededor de éste. En esta investigación de la historia de la pastelería y la decoración me topé con pasteleros franceses como Carême y Dubois que empiezan a incluir la idea de ruina y de arquitectura en sus diseños de pasteles: columnas, angelitos, pirámides, templos romanos, estatuas… Ni siquiera estaban hechos para comer sino solo para contemplar. No eran nada más que una demostración vulgar de poder –  Esculturas enormes de azúcar y mazapán (bienes de mucho lujo en ese momento) hechas para contemplar. Entonces empecé a investigar las celebraciones alrededor de estos pasteles y empecé a pensar en cómo se traducía o de qué manera había sucedido esta cosa del ritual de la comida como espectáculo en Latinoamérica. Este primer proyecto parte de esa investigación, tomando dos eventos celebratorios específicos como punto de partida: el banquete por la independencia del Perú en 1821 y el banquete por el centenario de la independencia de México en 1910. Estos eventos celebraban la liberación del dominio europeo y el establecimiento de una narrativa nacional,  pero estaban llenos de imágenes europeas, desde la arquitectura del espacio hasta la comida que servían, las esculturas, la decoración, la vestimenta de los invitados. Lo que hice fue recrear una serie de fragmentos arquitectónicos hechos en chocolate y pastel a partir de fotografías y pinturas encontradas, haciendo referencia a las técnicas de pastillaje y ornamentación, e instalarlos a modo de banquete o bodegón. También había un papel tapiz verde impreso en papel de azúcar pegado en la pared, que era una referencia divertida porque el papel tapiz verde de esa época tenía arsénico y era terriblemente tóxico, pero pues era el color de moda entre los ricos. La idea era pensar en la destrucción de estas piezas por medio de comerlas – el proceso de metabolización que implica el comer, digerir y cagar era una idea que me interesaba mucho. Es un proyecto que tenía un poco de humor, que buscaba generar reflexión, preguntas, risas, y justamente la participación e interacción de las personas era vital, porque la instalación solo se activa y la pieza solo existe si las piezas son accionadas.

Para el JUMEX me invitaron a hacer una activación en el marco de la exposición de Urs Fischer, y estoy trabajando en un carrito ambulante con gelatinas, pasteles y dulces hechos a partir de molduras, arquitectura y ornamentos que toman como referencia los diseños “pièces montées” de Carême y Dubois. También son piezas efímeras y comestibles, creadas para regalarse, comerse, metabolizarse, digerirse y cagarse y juega con la idea de darle la vuelta a sus significados, y de re-escenificar símbolos: cambiar el contexto en el que se presentan, la forma de distribución, el fin, la escala, quizás los ingredientes, las formas representadas, etc.



M.L.M:. Con la pandemia se reforzó la concepción de combinar y habitar la transdisciplina entre el arte y diferentes oficios proponiendo una visión más abarcativa  para crear y vivir en la escena artística actual. Desde tu experiencia, ¿cómo vives esta tendencia? ¿ha cambiado tu perspectiva frente al sistema del arte?



A.F:. Es difícil tener dos proyectos en paralelo que requieren tanta energía de ti, pero a la vez también le da un sentido diferente a tu práctica, te hace pensar en tu trabajo de otra manera, quizás fuera de las líneas clásicas del arte, y, en mi caso, entender lo intrínsecamente conectados que están el arte, la comida y la política. Creo que por mucho tiempo hubo una idea muy “purista” y cuasi elitista en el arte en la que se espera que seas estx artista intelectual que solo se dedica a hacer arte y pues creo que va mucho más allá, es mucho más complejo que eso, y existe de diferentes maneras y diferentes medios. Cada vez hay más proyectos multidisciplinarios y transdisciplinarios, los límites son más borrosos, y quizás esta sea una enseñanza importante que ha dejado la pandemia. Nosotros terminamos haciendo algo que no tenía nada que ver con nuestras prácticas personales pero de alguna manera encontré una plataforma muy interesante desde la cual pensar mi trabajo. También es importante mencionar que es una situación que te da mucha libertad y autonomía sobre tu producción, permite que unx pueda pensar en proyectos propios, tener la visión que unx quiere tener y además tener un sustento económico para vivir y producir