el fuego, el mar, el niño

Colomba Fontaine, Chile.

NAC, Santiago de Chile, Chile – 2021
Fotos: Sebastian Mejía, cortesía de NAC

La Galería NAC presenta la exhibición ” el fuego, el mar, el niño ” de la artista Colomba Fontaine, inaugurando el nuevo ciclo de exposiciones. Luego de un 2020 marcado por la pandemia, la muestra supone un reencuentro con el público y el reinicio de un calendario lleno de exposiciones y eventos como talleres, visitas guiadas y conversatorios.

El trabajo de Colomba Fontaine se caracteriza por presentarnos un universo sensitivo y tactil, utilizando diferentes técnicas mixtas como el grabado, la pintura, la cerámica e incluso de la escultura. En sus obras hay un principio de azar, que de manera controlada aparece expresadas en capas de colores, texturas, composiciones de una abstracción que invitan al tacto.
Así, el trabajo de Colomba surge de la investigación en torno al proceso materiales y técnicos, rescata el método de adhesión y sustracción de material con que se elabora la matriz, ya no como proceso para grabar una imagen que se va a repetir, sino como un resultado que llega a formar la imagen.

“el fuego, el mar, el niño” es la segunda muestra individual de la artista en Galería NAC, luego de que en 2017 presentara Entrever. En este trabajo, Fontaine continúa una exploración material muy característica de su obra, en que los distintos elementos que constituyen sus imágenes van apareciendo, se van revelando; las capas de pintura encubren algo latente.

Ese contenido velado es central en la muestra, tanto el fuego, como el mar y los niños nos punzan, inconmensurables, dejamos de ser sujeto y parecemos ser objeto, objeto de una energía o potencia que nos desborda, que nos intriga. Lejos de lo anecdótico, de lo decible o de lo contingente, las obras que presenta la muestra buscan esa fascinación que está dada por la casualidad. En ellas, hay la sensación de un tiempo detenido, tienen algo de vestigio, algo de ruina; no son imágenes para su consumo, porque no representan ni informan; son imágenes opacas, en las que subyace algo que intenta empujarnos tanto como el fuego, el mar y los niños.

Así, la muestra – compuesta por 25 obras – nos remite a un mundo intuitivo, sensitivo, que nos invita al tacto, a un deslumbramiento muy primario, muy básico; uno del cual nos alejamos en la medida en que crecemos. Es una invitación a un momento sutil que incita a una deriva.