Antes de afundar, flutua

C. L. Salvaro, Brasil.

Central Galería, São Paulo, Brasil – 2021
Fotos: cortesía de Central Galería.

Central Galería presenta un proyecto especial del artista brasileño C. L. Salvaro.
En la casa y estudio del artista se desarrolla la instalación site-specific que ocupa toda la planta baja. Esta propiedad, prevista para su demolición, se convirtió en el escenario de una serie de ambiciosos experimentos sobre arquitectura y naturaleza, que culminaron en una obra que, a la luz de su impermanencia, refleja la inestabilidad política y social de estos tiempos de pandemia.

Usando malla de alambre junto con materiales de construcción y escombros, Salvaro creó un plano intermedio entre el piso y el techo, permitiendo que la vida vegetal creciera en medio de los escombros.

“Antes de afundar, flutua” fue seleccionada recientemente para la programación de Liste Showtime 2021, la versión online de la feria de arte suiza que tendrá lugar en septiembre, a través de la cual esta instalación también recibió el Impact Award de la Fundación Eckenstein-Geigy.

Debido a la situación que atraviesa Brasil con el COVID-19 la muestra aún no pudo ser inaugurada y esta actualmente cerrada al público hasta que la situación sanitaria mejore. Próximamente Central Galería y el artista estarán anunciando nuevas fechas para visitarla.

Texto por Giselle Beiguelman:

Antes de hundirte, flota

El colapso nos espera en todos los puntos de vista. En medio de las manchas de moho en las paredes blancas, las plantas crecen, construyendo un plano intermedio entre el piso y el techo. Caminar por el espacio de la instalación de C. L. Salvaro es como cruzar un río a contracorriente. Será difícil llegar a la otra orilla.

Es necesario agacharse, encontrar las aberturas que nos permitan respirar, contemplar el conjunto. De la combinación de los escombros de los edificios, en una simbiosis errática con la periferia de las construcciones, nace una especie de anti-mirador. En él, la altura máxima que uno alcanza es la altura del propio cuerpo.

Como náufragos, estamos solos frente a un mapa que no tiene puntos de
salida o llegada. La instalación obstruye nuestro movimiento. Planchas de malla de alambre galvanizado se interponen entre las paredes del antiguo salón de una casa de dos pisos en el distrito de Jardim Paulistano, proyectando una especie de pantano aéreo sobre el que un jardín enraizado compite por la primacía.

Aquí, la naturaleza se rebela contra el paisajismo, sometiendo la arquitectura a las raíces que brotan rizomáticamente y nos colocan ante un equilibrio inestable. Danzan sobre alambres delgados y, con cualquier movimiento que hacemos, nos recuerdan que todo está listo para lanzarse hacia abajo.

Estamos en una casa ocupada por el silencio de la vida vegetal y los escombros del presente. En esta naturaleza fabricada por la erosión de la vida cotidiana no hay espacio para ruinas. Esto requeriría cierto “anhelo de un futuro alternativo”, como observó Andreas Huyssen. Algo impensable en Brasil hoy en día.

Un fragmento de historia, la ruina presenta al vivo en la muerte, escribió Walter Benjamin, expandiéndose en un arco temporal que incluye su antes y después. La ruina, por tanto, se alimenta de una ambivalencia esencial: a pesar de ser nostálgica, manifiesta el potencial de imaginar otras cosas por venir (aunque partiendo de un pasado que nunca ocurrió).

Pero la telaraña tejida por Salvaro no tiene un después. Solo existe la inminencia de una situación entrópica donde todo se mueve, aunque toda acción haya sido reprimida.

No por casualidad, cuando le pregunté al artista por sus referencias, citó varias películas. Para mí, Salvaro recuerda el concepto de las artes basadas en el tiempo, que se refieren a artes, como el cine y el video, cuya materia prima es el tiempo. De eso se trata su trabajo.
Hay un fuerte olor a belleza compulsiva en el aire. Es diferente al estado de convulsión, que André Breton describe en el poema “Nadja” (1928), imprimiendo la fuerza del estallido no planificado en la tensión entre naturaleza y cultura.

Aquí pienso en el surrealismo no con los ojos de Breton, sino a través de la lectura de Hal Foster, comprendiendo la convulsa belleza surrealista a través de la clave de la compulsión, como tendencia a la inercia, a la repetición, a la presencia del deseo de muerte.

Belleza compulsiva.

¿Habrá ahora una definición más precisa que la nuestra?

Pero esta compulsión también tiene un aire de resistencia. Al anunciar su propio colapso, el paradójico guardián entrópico de Salvaro indica que, antes de hundirse, todo flota.

Es necesario agarrarse a esta ruta de escape. Embriagarse con la pausa que sugiere el artista. Esto puede restaurar una brisa olvidada entre las distopías que se encuentran entre nosotros.

Flotamos.