Pieles Ciegas

Allan Villavicencio, México.

Galería Karen Huber, Ciudad de México, México – 2021
Fotos: cortesía de Galería Karen Huber.

Galería Karen Huber presenta Pieles ciegas, la primera muestra individual en la galería de Allan Villavicencio (Ciudad de México, 1987).
Pieles Ciegas consiste en una serie de pinturas y esculturas dispuestas en torno a “El cortejo” un paisaje de grandes dimensiones. Pintada a modo de tríptico, esta obra apuesta por la contradicción entre las ilusiones visuales sobre el lienzo y cómo uno de sus paneles se desenvuelve en tensión con el espacio físico de la galería.

Este nuevo cuerpo de trabajo continúa la exploración de la percepción de Villavicencio en la pintura. Con un lenguaje visual que conecta realidades tangibles y virtuales, anima diversas visiones en las que la materialidad del color actúa tanto como interrupción visual como actividad corporal.
Las obras que componen Pieles ciegas generan una oscilación entre superficies y volúmenes, descrita en las propias palabras del artista como una “invitación a explorar un ‘paisaje residual’ (paisaje-fragmento) creado a partir de reminiscencias de mi entorno cotidiano”. Aquí, tanto las formas como los motivos aparecen y desaparecen en sucesivas mutaciones y gradaciones a lo largo de un proceso de composición pictórica que ha extendido sus residuos a la galería.

En este sentido, el imaginario espacial de Allan Villavicencio se refiere al estado cambiante del material durante la construcción de una imagen, tanto visual como físicamente. Al yuxtaponer acumulación y excavación, y haciendo uso de múltiples capas de pintura y textiles, sus obras revelan el lado oculto, impalpable y fantasmagórico de las cosas.

El texto de Fernanda Ballesteros que acompaña a la exposición se inspira en las narrativas espaciales y materiales que conlleva esta pieza.


Texto de Fernanda Ballesteros:

Un brazo flaco y largo de sol toca uno de los huecos de la casa. María apaga la lámpara, foco de luna, toma la tela que rodea el astro en tamaño de puño, la despliega, la gira soltándola hacia el techo transparente, alza los brazos, cierra los ojos, y la tela entra en ella como vestido.
María, con el ajuar, cambia de color de pupilentes, se cepilla el pelo rizado, y se brinca de género. María ahora es Mar con zapatos de tap.

Agua caliente con limón antes del café, respiraciones de kundalini previos al cigarrito mañanero. Las sobras de los granos de café los tira en uno de los lagos sin fondo de la casa mientras vocaliza en agudos aaa aaa aaa aaa aaaaa. Las ondas de Mar transforman el agua en bruma aaa aaa aaa aaa aaaaa aaa aaa aaa aaa aaaaa.

Un brazo flaco y largo de persona toca una de las cortinas de la casa:

— Toc toc toc, dice To, su mano moviendo el tejido.

Sus pestañas están cosidas, las de arriba con las de abajo. El canto lo aturdió y ya no sabe cómo encontrar las tijeras para abrirse los párpados. Mar toma una de las espadas que cuelgan del techo transparente, la hunde en la bruma de uno de los lagos sin fondo mientras vocaliza ahora en graves mmm mmm mmm mmm mmmmm. Saca la espada, ahora miniatura, abre la cortina, dice:

— Buenos días, To.
— Mar, por tu culpa…
— Sh sh ssssh.

Mar le toma el cuello para detenerlo bien mientras le corta los nudos entre pestañas con la espada en miniatura. Los párpados se abren. No hay ojos. Son dos agujeros negros.

— ¿Por qué vocalizas a esta hora? Sabes que me hace mal, dice To.
— Perdón, amor, las plantas me lo pidieron.

To voltea a ver, con las masas oscuras de su rostro, las macetas en forma de bocas, y la fronda que no tapa la vista al jardín. Toma algunas de las hojas, se enrolla en ellas, se peina el pelo liso, se lo trenza para volverse Tonina.

— Hoy te voy a preparar pastel de frutas, le dice Mar, así me perdonas el cambio de sueño.

Mar, coqueto, se acerca a Tonina con pasos de tap, clac, clac, clac. Las plantas caminan por los músculos de Tonina, quien espera, inmóvil, el beso de Mar. Las lenguas juguetean, la de Tonina baja al hoyuelo de la barbilla de Mar, hueco con sabor a fruta. Uva, manzana, melón, plátano, papaya. Las hojas se siguen deslizando, lentas como nubes, hacia los trozos de galaxia que Tonina porta como ojos.