Jardin

Bruno Cançado, Brasil.
Central Galería – 2017

 

La exposición trabaja la aproximación entre la dinámica impasible de la ciudad y la afectiva, vinculada a la idea de jardín.
Según el artista, esos elementos urbanos parecen  muchas veces “brotar” y acaban escapando de nuestro control – si se asemejan a la espontaneidad de los elementos de la naturaleza – como si tuvieran vida propia.
De esta manera, surge “Jardim“, con formas geométricas que ambicionan brotar, emerger, pero que retornan al suelo.
Los trabajos que componen la exposición, son todos de naturaleza escultórica, y partieron de la experimentación de diferentes materiales y aspectos inherentes a ellos, ya sean físicos o culturales.
Los materiales “duros”, “brutos” y urbanos -a menudo, típicos de la construcción – se transfiguran en la sugerencia de una materialidad distinta de la que se le atribuye usualmente, proponiendo una maleabilidad física y conceptual, basándose en lo ligero, lo vulnerable e intimo.

De esta manera las cuestiones presentes en la investigación de Bruno Cançado, como el habitar y la transformación en el paisaje,  pasan al edificar estos espacios.

 

// “El Jardín representa un sueño del mundo, que te transporta fuera del mundo” (Jean Chevalier).
” Hay que partir de una suposición: los jardines son una imagen de la excelencia de la imposición del poder del hombre, en este caso aplicada a la naturaleza. Creyendo que depende de nosotros los humanos transformarla o cultivarla, hemos dado muy poca importancia a algo que, mientras tanto, superpone cualquier distinción entre las partes: el hecho de que haya y haya habido siempre cultura en la naturaleza.
Basta con estudiar las obras de Arte Povera, recordar lo que Bachelard escribió acerca de la existencia real de una íntima y extraordinaria correspondencia del universo con el hombre, o leer las maravillosas pruebas de Maurice Maeterlink sobre la inteligencia de las flores, la vida de las abejas y la vida de hormigas, por nombrar algunos.

Columnas, relieves – uno de ellos arado -, un ciempiés, un pedazo de hormigón y, finalmente, una piedra que aplasta el borde de un cubo de hormigón: es el jardín de esculturas que Bruno Cançado presenta en su primera exposición individual en la Galería Central . Un jardín de hormigón, blanco y reforzado, cemento y asfalto, pero también de cera de abejas, piedra y madera.
Las formas de pilares o columnas se propusieron en dos obras, sin embargo, en oposición a ser reducidas a los elementos de soporte de cualquier estructura constructiva, no son perpendiculares al suelo sino que favorecen, de alguna manera e incluso sutilmente, la posición horizontal. Al crear un movimiento descendente en las cosas sólidas, Bruno libera la columna de su función y sobre todo hace que este elemento, el emblema de la civilización, asuma una mayor inclinación hacia la naturaleza que hacia la cultura. Ambos pilares son de hormigón, uno de los cuales tiene una grieta que hace que se cuelgue mientras que el otro no puede sostenerse en posición vertical y se deja caer desde su base hacia el suelo. Lo que mantiene este segundo pilar parcialmente erigido son otras tres vigas que no fortuitamente, en lugar de estar hechas de concreto, cemento o asfalto, son de madera. Un material que es, por excelencia, material, y curiosamente en latín antes de que el significado material significara madera de construcción.

(..) El Jardín de Bruno reúne más de lo que separa, en sí mismo, cultura y naturaleza, frustra continuamente los intentos humanos de dar orden al caos, impregnando la cultura, finalmente, volubilidad e inestabilidad que se cree que son propios sólo a lo que es “salvaje”.
Si queremos acercarnos al Jardín que el artista ha creado desde algún otro jardín, tal vez podríamos hacerlo en relación con la ambigua manera en que la cultura azteca lo entendía: capaz de incorporar, en la misma medida, la exuberancia de la belleza natural com seres temerosos y monstruosidades.

No es casualidad que el ciempiés sea el único animal de este Jardín, cuya etimología se remonta tanto al scolopendra como al escorpión, y a la que Bruno da la forma de un acueducto, de un “m” o un “n” cuyas piernas se multiplican. (..) Además, el Ciempiés de Bruno no es una letra, sino un animal. En efecto, el origen de la mayoría de las letras es, además de gestos humanos, dibujos de animales, según estudios arqueológicos, “m” representaría agua y “n” una serpiente. Pero el hecho es que, según el artista, la adición de una “pierna” a su “m” la convierte en vibración, en sonido.
(..) El abandono del lenguaje viene, como Bruno propone, como una urgencia que ya pronuncia concretamente que su jardín tiende a colapsarse. Tal vez por eso me había enviado el VIII poema La Rosa del Pueblo de Drummond.


el poeta

declina toda responsabilidad

en la marcha del mundo capitalista

y con sus palabras, intuiciones, símbolos y otras armas

promete ayudar

destruirlo

como una cantera, un bosque,

un gusano.

 

Y al que me gustaría responder con un pasaje de La victoire, penúltimo poema de los Calligrammes, de Appolinaire.

O bocas, el hombre está buscando un nuevo idioma

Sobre el cual el gramático de cualquier idioma no tendrá nada que decir

Y estas viejas lenguas están tan cerca de morir

Que es realmente por hábito y falta de audacia

Que los usamos para la poesía”

 

 

Marina Câmara
Fotos cortesía de Central Galería.