entre.vista ~ Juan Castillo



MAC Quinta Normal, Santiago de Chile, Chile – 2022
Fotos: Jethro Mather, cortesía de MAC Quinta Normal.


La muestra presentada en el Museo de Arte Contemporáneo sede Quinta Normal en Santiago de Chile fue gestada a partir de una investigación de 14 meses realizada en la recóndita y rural Svedje, al norte de Suecia, lugar en el que el artista vive desde hace ya 35 años.

La exposición “Geometría Emocional” está compuesta por un cuerpo de producción que presenta diversos medios y formatos que permiten la materialización conceptual de diversas temáticas y preocupaciones, donde la diáspora chilena en Suecia es el eje gravitacional para pinturas realizadas con diversas técnicas, fotografías, videos y obras sonoras, entre otras manifestaciones que encarnan el deseo de Castillo por reconstruir una historia en conjunto, compartida con quienes emigraron hacia el hemisferio norte. Y es que esta no fue cualquier migración, sino que ha sido una de las más grandes, y por sobre todo, dolorosa, al ser el lugar del exilio para muchas y muchos luego de uno los acontecimientos más oscuros de la historia chilena: el Golpe de Estado del 11 de Septiembre de 1973, y una de las más descarnadas dictaduras que se extendió hasta finales de la década del 80. 

Esta orquestación ejecutada a través de una narrativa colectiva «es un (nuevo) intento de Juan Castillo por construir el “hogar” del exilio chileno en Suecia, de componer el álbum familiar de esa diáspora, de ofrecer un relato coral compuesto por fragmentos de vidas. A partir de su experiencia vital, gemela de otras muchas experiencias de desarraigo, el proyecto se interna en la memoria de ese trauma, pero también en la necesidad de sanar el cuerpo y devolverle “su forma humana”», tal como lo indica Andrea Pacheco en el texto curatorial para el proyecto expositivo.

«(…) Me he preguntado muchas veces cómo se conectan los sueños migrantes entre sí y cómo o dónde se encuentran estos con los sueños e ilusiones de las personas no migrantes con quienes conviven. Avtar Brah sugiere la existencia de un “espacio de diáspora” que se encuentra en la intersección entre diáspora, frontera y localización o desplazamiento». Extracto del escrito de Pacheco

El artista nacido en Antofagasta creció junto al paisaje del desierto y las salitreras del norte desde donde participo de unas pocas, pero significativas y poderosas acciones junto al Colectivo Acciones de Arte (CADA), grupo artístico e interdisciplinario que lideró la escena de resistencia en un Chile tomado por los militares, en permanente Estado de Excepción y con continuas violaciones a los derechos humanos. Después de dejar el país en 1982, y gracias a la invitación a la Bienal de París de ese mismo año, transitó por algunas ciudades de Europa hasta finalmente llegar y asentarse en Suecia, donde pudo continuar con su obra.

Juan Castillo pudo llegar hasta ahí al igual que otros miles de chilenas y chilenos gracias a la gestión y solidaridad del entonces primer ministro Olof Palme (1927-1986) y su embajador en Chile, Harald Edelstam (1913- 1989), quienes posibilitaron la apertura de fronteras a quienes eran forzadas y forzados a buscar un nuevo hogar, desplazando identidades y removiendo sentidos de arraigo y pertenencia. Entre ese deambular y la supervivencia, el antofagastino ha comentado que «nunca he sabido con certeza que es ser chileno, siempre me he considerado atacameño, me parece que la identidad es un regalo que uno se otorga a sí mismo, de ahí su potencial belleza y creatividad: en cierto sentido nos inventamos». Y en esa propia autoinvención y reconfiguración de los más profundos ánimos y anhelos, es donde la memoria también se puede dar como un relato ficcionado: «La imagen nunca es única, nos rodea una serie de recuerdos y momentos que los vamos editando de acuerdo a la lectura que hacemos de ellos, desde la perspectiva que los vemos. Para mí la idea de patria es un pedazo de tierra árido: el desierto de Atacama, un paisaje opuesto al que vivo desde hace mucho tiempo en el norte de Suecia y que me enseñó a amarlo: Svedje».



M.L.M.: El eje gravitacional en “Geometría  Emocional” es el espacio de diáspora chilena en Suecia, ¿cómo se vive el concepto de patria en otro territorio? ¿Te resulta un punto de recurrencia para abordar y problematizar en tu obra?

J.C.: Creo que la “Patria” es un concepto que los países han determinado a lo largo de nuestra historia por diferentes motivos, generalmente referidos a asuntos que son de su conveniencia, por lo que para mí es algo que uno mismo se da o asigna en relación a las experiencias personales y el recorrido que hemos realizado a lo largo de nuestras vidas. Así, cada uno/una es quien inventa su propia patria o matria en la manera que a uno se le puede antojar. Y en este proyecto esto que menciono vuelve a reafirmarse a través de las diferentes visiones y perspectivas que han entregado distintas y nuevas generaciones.
Además, cuando me enfrento a mis procesos creativos y de conceptualización, no estoy pensando particularmente en desarrollar una idea o narrar algo en específico, sino que abro paso a la dinámica, las aventuras y la organicidad que tales procesos pueden ofrecer, los cuales son los capaces de problematizar una obra y con ello, su consecuente desarrollo. Por esto es que diría que me limito a seguir estas huellas que me son entregadas como pasos y trazos, y de esta manera es como yo interfiero en la propia vida de la obra al unir esos intersticios, esos lazos sueltos.


M.L.M. En una novela de Cesar Aira que habla sobre la memoria, leí esta frase “no hay recuerdos verdaderos, sino transformaciones de los recuerdos olvidados”, lo que me lleva a preguntarte ¿Cómo fue el proceso de conjugar símbolos, léxico visual y lingüístico para componer la memoria emocional en esta exposición?



J.C.: Te propondría más bien la pregunta ¿qué es verdad? Todo este proyecto viene dado a partir de las 12 entrevistas realizadas a personas de diferentes generaciones -exiliadas y exiliados o hijas e hijos del exilio en Suecia- y su circulación en el equipo de realización, especialmente con la curadora de la exposición Andrea Pacheco. Desde ahí es que se desprenden varias y distintas imágenes correspondiendo a su vez a diferentes formas de representación: textos, fotografías, pinturas y objetos a través de los cuales creo que se genera en la muestra una serie de posibles y potenciales relaciones que son los propios visitantes, los espectadores, quienes van editando esas conexiones, y de esta manera van creando sus propias narrativas e interpretaciones de lo que yo puedo disponer y ofrecer. Así fue que construimos y le dimos forma a este proyecto. En ese sentido, siempre he creído que las ideas no son tan solo eso, sino también emociones, y es por esto que cuando se me viene alguna que me conmueve, “se me paran los pelos”. Y es que la emoción es el motor, y como en muchos de mis trabajos echo mano a diferentes leguajes para tironear esa atmósfera de ideas devenida emociones que me mueven, y que es finalmente lo que está siempre en la base de mis creaciones y cuerpo de obra.




ML.M.: Desde tu experiencia como artista chileno en otro continente, ¿encuentras puntos de conexión entre ambos contextos artísticos/culturales? ¿Fue complejo el proceso de adaptación?


J.C.: Todo es una eterna transformación. Las ideas, emociones y recuerdos están permanente cambiando de acuerdo a como nuestras vidas también lo van haciendo; cada persona es una singularidad, y los conjuntos de personas también lo son al desarrollar distintos puntos de contactos y diferencias para balbucear sus propios discursos y relatos. Por esto, no creo en la adaptación, sino más bien en los diálogos y los intercambios. Como decía, el proceso se crea a sí mismo, vive gracias a él con sus propios ánimos, características y configuración, yo lo único que hago es iniciar y desatar el juego e ir contemplando maravillado cómo estos diferentes planos -textos, fotos, pinturas y objetos- van entablando sus complejas o simples relaciones. Vuelvo a preguntarme ¿existirá algo verdadero? ¿O es que todo es posible de ser verdadero gracias a este eterno fluir de las imágenes? Alguna vez dije que no tenía idea como se me aparecían las imágenes. Sigo sintiendo igual, aún no sé de dónde vienen, pero lo más importante es que siguen apareciendo y te obligan a relacionarte con ellas.
Por otro lado, en “Geometría Emocional” es fundamental el trabajo grupal y colectivo, encabezado por Andrea Pacheco, junto a los 12 entrevistados y Marie y Karin Grönlund, además de todas personas involucradas en la producción y gestión, además de varias más. Cada una y uno ha sido una batería energética que ha creado un sistema movilizador de este caudal de imágenes que va determinando el camino y huellas de este proyecto, donde luego nuevas perspectivas se incorporan e inmiscuyen, porque lo cierto de todo es que las obras nunca se acaban, son eternas obras abiertas.


M.L.M.: Actualmente Chile está viviendo un cambio histórico desde lo político y lo social. ¿Qué impresiones te genera este momento? ¿Crees que tendrá implicancias en la dinámica de la escena artística chilena?


J.C:. El proceso que Chile está viviendo y del cual estamos siendo testigos, comenzó hace mucho tiempo, y es algo que sin duda ha influido en nuestras maneras de ver, de operar cierta realidad y cómo nos relacionamos con ella. Y no solo está ejerciendo influencia en mí o en la escena artística y cultural local, sino que lo está haciendo en todas las esferas y ámbitos y lo seguirá haciendo. Es extremadamente emocionante que hayamos vuelto a generar y entender un sentido que yo no había visto desde los tiempos del partido de la Unidad Popular (UP). Esta energía es muy poderosa y hace que gatillen en mí ríos y caudales de nuevas imágenes, ante las cuales no puedo no seguirlas. Es muy bello, inmensamente bello. Agradezco profundamente haber vivido ambas épocas, y sobre todo, poder ser testigo de este nuevo comienzo.