Tras la huella de la serpiente roja

Dario Escobar, Guatemala.

Fundación ArtNexus, Bogotá, Colombia – 2019
Fotos cortesía del artista.

Texto de Julia Buenaventura:

La paradoja es base del trabajo de Darío Escobar; estrategia barroca en donde un contrario se encarga de explicar a su opuesto, abriendo un haz de significados tan amplio como certero. En esta exposición, Escobar vuelve sobre la serpiente, la serpiente mítica Quetzalcoatl o Kukulkan, construida en varias intervenciones a través de 100 llantas de bicicleta. Así, artículos nuevos sufren una transformación súbita: de mercancías pasan a materia prima, dislocando el orden de un proceso de producción y consumo, en un momento –el nuestro–, en que la fabricación de mercancías es tan avasalladora que este tipo de operaciones consigue ser realizado. Es decir, son tantos los artículos en serie que resulta posible emplearlos como si se tratara de arena. Estamos –no es novedad– en un desenfrenado tiempo de sobreproducción, en el cual las cosas parecen carecer de origen, lo que no deja de recordar a la niña que le dice a su padre con sorpresa: en la finca de mi tío usan las naranjas para decorar los árboles.

Aquí, llantas de bicicleta nuevas pasan a edificar lo ancestral. Materiales fútiles, vanos, que en el circuito del mercado no significan nada, son destinados a elaborar lo sagrado, el patrimonio, lo más antiguo de estas tierras americanas, y entonces descubren su propia memoria escondida, ya no la de la serpiente que se encuentran constituyendo, sino la de haber sido círculo y la de haber sido árboles, o mejor, sangre de árbol, esto es, caucho. De un lado, estas llantas después de cortadas en pedazos de modo que quedan rectas, vuelven a buscar la rueda, su naturaleza redonda, retornando al círculo; de otro, el caucho de su material las obliga a absorber o a devolver el agua al medio, siendo a veces más densas, a veces más livianas. El juego de pesos y poleas que las ensambla está dispuesto para que puedan moverse en procura de su memoria, ondulando con sus sombras por el vacuo de la sala.

Asimismo, una serie de pinturas abstracto geométricas en un tono rojo intenso conforma la exposición. Y aquí, es preciso recordar que la abstracción geométrica es el pasado del arte contemporáneo de América Latina, movimientos como el Concreto brasilero, el Cinetismo venezolano o el Madí argentino dan cuenta de ello. De forma que Escobar vuelve sobre un pasado moderno, ahora bien, empleando como pigmento un pasado remoto. Cuento la historia: yendo hacia el occidente desde de Guatemala, el artista se encontró con un grupo de obreros abriendo trocha y sacando fragmentos de cinabrio que arrojaban junto con los escombros. Escobar les pidió el material que le entregaron sin el menor problema, esto es, el cinabrio, antiquísimo pigmento usado por los mayas para las tumbas de sus gobernantes y otros lugares sagrados. Pintar abstracción geométrica en cinabrio constituye una acción cargada de sentido: realizar nuestra modernidad a través de lo ancestral, o emplear los cimientos de nuestro pasado remoto para edificar un pasado moderno. En suma, aquí dos pasados se yuxtaponen y se retroalimentan en un gesto casi imposible pero, sobre todo, capaz de reflejar a América Latina, un continente que nunca podrá construir su futuro sin retomar su pasado, paradoja que Darío Escobar saca a la luz, tanto a lo largo de su trayectoria como a lo ancho de esta sala.