Ejercicios de complicidad o la obstinación de lo mutable

Verónica Lehner, Colombia.

Galería SGR, Bogotá, Colombia – 2019
Fotos: Oscar Monsalve, cortesía de SGR Galería.

Ejercicios de complicidad o la obstinación de lo mutable examina las interacciones posibles entre la arquitectura del espacio expositivo y la materia cambiante. Condiciones temporales y espaciales específicas del lugar como son las distancias o las diferencias en altura e inclinación de la sala van ejerciendo variaciones materiales en el tiempo que evidencian el carácter mutante de la materia, pero también del espacio. En un constante enfrentamiento de tensiones y fuerzas, la materia se elonga, se adelgaza y se acumula, describiendo la arquitectura a la vez que revela sus propiedades. La materia se muestra como algo no terminado, algo que permanece en continuo proceso sin dirigirse hacia una forma final, algo que se mantiene en un perpetuo estado de volverse algo.

Texto de Verónica Lehner:

Un pulpo en un video viral se estira y se contrae para deslizarse por la superficie de un barco. Sus tentáculos se retraen y luego se alargan, se recogen y se agarran a la cubierta blanca del bote, resbalando controladamente por ella. Su piel viscosa y movediza recorre la arquitectura y la chupa hasta que, eventualmente, aligera su forma de manera tal que logra entrar en un desagüe de la mitad de su diámetro y escapar cayendo al agua del mar.

Una piedra caliente se desliza pocos centímetros sobre un pedazo de tierra seca y llega hasta el borde de una pendiente.

En las manos de un curador, un objeto de cerámica pasea de un lado al otro de la sala. ¿Qué va dónde? La cerámica se empieza a calentar a pesar de la barrera de los guantes de montaje. El curador vuelve a recorrer la sala, posicionando el objeto cerca de una esquina y se aleja mirándolo. Choca suavemente con un pedestal ubicado al lado izquierdo de la sala, se tambalea un poco y se desplaza hacia la derecha. Reflexiona. Da un giro y se devuelve, agachándose para mover el objeto sutilmente hacia el interior del espacio.

Hirviendo, la piedra continúa absorbiendo los rayos del sol mientras una leve ventisca la cubre de polvo.

Al interior de una fábrica, un lingote de aluminio entra lentamente en una planta extrusora. A muy alta temperatura, la masa de metal entra en la matriz de la máquina, produciendo el perfil que enmarcará la ventana de una casa. Han sido años de investigación del material para que la máquina diseñada logre superar la resistencia del metal y generar este producto. De repente, el constante sonido del motor se apaga. Al revisar la máquina, el técnico concluye que, debido a un error de rectificación, el perfil se ha ido torciendo, creando un producto defectuoso. Lo descarta en la pila de viruta de metales y otros desperdicios. El metal se enreda plácidamente en las demás hilachas brillantes, que suenan y lo acogen, incorporándolo a su montículo de formas sueltas.

Un pedazo de tierra cede, descendiendo hasta el pie de la montaña. La piedra se libera y cae, rueda y resbala, empujando otras piedras e insectos a su paso. Un último giro y la piedra cae finalmente al río, siseando al contacto el agua fría.