13 Jardines

Requínoa, Chile – 2018.
Fotos: Sebastián Mejia

 

 

“Según el proyecto histórico, el jardín a diferencia de un bosque no debería tener la posibilidad de descontrolarse. Debe ser un cerco. Todo debe estar regulado y delimitado en función de su deleite. Reconociendo este aspecto, desde 13 Jardines buscamos invertir la relación del hombre con la naturaleza y poner en tensión las lógicas de dominio y control asociadas al paisaje”, señala Sofía Edwards, directora de la iniciativa.

 

13 Jardines es una oficina de proyectos que se inserta en los distintos niveles del sistema del arte contemporáneo, que desarrolla acciones que vinculan las artes visuales con diferentes audiencias y que promueve entrecruzamientos intelectuales entre los diferentes agentes del circuito, fomentando el desarrollo del capital cultural local.

 

El encuentro 13 Jardines es una propuesta que busca  generar intercambios culturales que sucedan en las afueras de Santiago, fomentando el desarrollo de la actividad local y a su vez movilizando agentes culturales específicos.
En esta edición, Requinoa es la locación elegida  para este segundo encuentro el cual alberga más de 40 artistas de diferentes disciplinas visuales, distribuidos en un Parque de Esculturas, una Sala de Pintura y la Sala Joven.

 

El proyecto es de carácter gratuito y abierto a todo público.Se desarrolla entre el sábado 10 y el domingo 18 de noviembre en el Fundo Las Cabras en Requínoa.

 

 

13 Jardines: de paisaje y experiencia, por Segio Soto Maulén.

 

“The garden is a place where everything is allowed:
old objects, weird
sculptures, ugly gnomes, playing in the
mud or kissing under a tree”  Miguel Soto K.

 

Las discusiones sobre el paisaje transitan entre su definición histórica, sus modos de experiencia y exploración contemporánea. Por un lado, existe una terminología restrictiva que permite analizar los excedentes políticos del término, por ejemplo, en la historia de la pintura y por otro una posibilidad de elaborar nuevos materiales para reconocer la experiencia del hombre habitando el mundo.

 

 

Desde este lugar, el II Encuentro de arte y cultura 13 Jardines presenta obras que dialogan con la amplitud de este problema. Obras que se organizan a través de su disciplina: pintura, escultura y obra medial. Como punto de partida para la curatoría, el jardín se asume como la figura y el espacio donde el hombre presenta los deseos, pretensiones y obligaciones de su relación histórica y afectiva con la naturaleza. El jardín involucra narraciones anecdóticas, así como refleja una postura epocal sobre su uso. Habitar un espacio implica ser parte de los movimientos que organizan la proximidad de los objetos orgánicos. Esta forma de comprender el espacio y la espacialidad se puede vincular a la experiencia del jardín y su cuidado.

 

I. Jardines

 

¿Cuál es la espacialidad que ofrece el jardín? Sería algo como una explanada, un cubo blanco, vacío. No tiene que ver con el contenido del jardín, sino la posibilidad de convertir al tiempo en una herramienta para intervenir la naturaleza. La posibilidad de cuidar algo que es incontrolable. Los elementos que componen el jardín no son las plantas, ni las esculturas, sino su delimitación y los espacios que proponen formas de habitar.

Cuidar el jardín es una escritura de nuestras memorias, una obsesión por darle vida eterna a lo que padece. Significa tematizar la experiencia con la naturaleza, darle contenido externo a cualquier estímulo orgánico. Un acto sagrado y su vez profano, una muestra de amor y un desvío nostálgico.

 

II. Sala pintura

 

La pintura de paisajes puede ser descrita como una búsqueda incesable de soluciones formales para la disciplina. Indirectamente, surgen otras hipótesis para definir este género y su desarrollo. Por ejemplo, la relación entre el humano y la naturaleza. La postura de quien pinta ante las interferencias del cuerpo.

Lo que nos reúne en esta sala es nuestra deriva frente al estímulo de cuerpos ajenos.

En las pinturas podemos advertir una amenaza. Que a su vez sugiere una dinámica de reacción en un espacio doble: interno y externo. Aluden al cuadro como una ventana para conocer el mundo, al mismo tiempo que como espacio destinado a la filtración de la memoria y las marcas que deja la experiencia. El temor es como el sonido que produce el contacto, una reacción del cuerpo ante su proximidad.

Ningún paisaje puede desprenderse de la condición afectiva de su experiencia. El paisaje es un lugar y los lugares dependen de la forma en que se habitan y por sobre todo en cómo se recuerdan. Estas ventanas son los encuadres de una generación viva donde cada paisaje se reorganiza a través del tiempo. Son vidrios y espejos: transparencias y esencialmente: reflejos.

 

 

III. Sala Joven

 

Para describir la experiencia de un paisaje se debería superar el primer encuentro. Se requiere de una vuelta, aunque sea mental. Luego habría que encontrar un punto medio entre la descripción literal del entorno y los recorridos del afecto en un espacio específico.

Un paisaje sería la suma entre un espacio y nuestras historias. Con esta organización, inmediatamente el espacio geográfico se convierte en un lugar especial y adquiere otra dignidad.

A través del paisaje se destaca la condición ficticia de nuestra biografía y la dependencia afectiva que tenemos con la naturaleza.

Lo “general” del término “paisaje” se filtra de acuerdo de nuestros intereses y de las voluntades que dirigen nuestros focos de atención.

El mundo es grande, un recorrido eterno, como una esfera. Nos vemos adaptados, pero también estimulados. Hay nuevos paisajes, siempre y cuando haya nuevas historias, y viceversa.

*Escultura en foto de portada de Catalina Carcamo.