Nuevas crónicas del buen paisaje

María José Argenzio, Ecuador.

Sala Luis Miró-Quesada Garland, Lima, Perú – 2019.
Curaduría: Gerardo Chávez-Maza
Fotos: Juan Pablo Murrugarra

“Las intervenciones arquitectónicas del paisaje inca, como la propia arquitectura imponen algo distinto en el paisaje natural. Generan un nuevo paisaje, con tensiones y un equilibrio en su integración con lo natural. También es posible decir que estas hacen parte del ejercicio de violencia propia del hecho arquitectónico, en el sentido de constituir algo que esta fuera del estado natural.”  José Canziani.

Desde complejas materialidades y con piezas que reflexionan en torno a los conceptos de apropiación, preservación y construcción, la exposición “Nuevas crónicas del buen paisaje” nos invita a recorrer la investigación de la artista por el paisaje cultural de los incas y las poéticas presentes en las condiciones arquitectónicas actuales.

El oro, material recurrente en la obra de la artista, esta presente en la serie Espacios Negativos donde grandes rocas seleccionadas por la artista estan intervenidas para albergar en su superficie piezas cubiertas con pan de oro.
Gerardo Chávez-Maza, curador de la exposición, detalla sobre este trabajo “(…) Es también un ejercicio en el que se cuestionan principios de extracción y apropiación de la naturaleza para devolverlas en un contexto tan ajeno como el de la sala de exposición. Es ahí, donde la mano del hombre altera violentamente su forma originaria con un bloque de concreto recubierto en pan de oro. Aquí, encuentro dos lecturas que enmarcan el uso representativo de este mineral. Por un lado, manifiesta la violencia del hecho arquitectónico, como señala Canziani, y por otro lado le otorga sacralidad y visibilidad como un elemento hito en el paisaje de la sala.”

La artista articula materialidades para evidenciar los desconceptos entre su simbología, el valor cultural y su aplicación actual, como es el caso de Pensamiento Paisajero, cuyo impacto estético esta ligado a los cortes y formas que toman las planchas de vidrio supuerpuestas, las cuales hacen referencia al Huayna Picchu, a la vez que remiten a las representaciones topográficas utilizadas actualmente en proyectos arquitectónicos y urbanísiticos mediante la abstracción de las cotas de nivel. En Paisajes en tensión, un conjunto de cactus San Pedro incrustados en cemento, se observa la violencia del contraste de un elemento natural extraído de su entorno y encapsulado en un recipiente rígido.
La escultura Natural técnico, la cual también tiene presente el pan de oro en su superficie, esta construida con placas de mármol peruano superpuestas que generan un relieve interior en oposición a su superficie lisa y dorada.

Maquinas anti políticas es una intervención que toma uno de los espacios de la Sala Luis Miró-Quesada Garland con grandes rollos de césped. Sobre esta intervención el curador agrega “(…) se propone como un elemento extraído y ubicado en un espacio ajeno, siendo moldeado por las condiciones arquitectónicas que el espacio guarda. De esta manera, el umbral que separa ambas salas, delimita esa intención por abrir el espacio de césped con rollos, permitiendo el ingreso.”


Texto de Gerardo Chávez-Maza:

La crónica de Felipe Guamán Poma de Ayala (Ayacucho, 1534), recopila historias del Perú prehispánico; cotidianas o legendarias, bajo una visión legitimadora y de tinte nostálgico. A su vez, formuló reclamos y consejos para acabar con la injusticia y las desfavorables estructuras de poder en el gobierno colonial. Nueva crónica y buen gobierno (circa 1615) se remitió a España con la intención de que el Rey Felipe III intervenga en las políticas del nuevo Estado. Sin embargo, esta se extravió hasta su descubrimiento en Copenhauge, en 1909.

A partir de una investigación realizada en la experiencia LARA 2013 (Latin American Roaming Art), una residencia de dos semanas en el Cuzco, María José Argenzio (Guayaquil, 1977), se interesó por componer, re-mitologizar y re-sensualizar los gestos tectónicos que enmarcan la naturaleza para convertirla en paisaje –como sugiere Le Corbusier. Una crónica parte de una vivencia y del propósito de contarla. Así, Argenzio pretende recuperar aspectos de la sofisticada relación entre naturaleza y cultura que revela la arquitectura Inca, redimiendo los elementos intangibles presentes en un diseño totalmente calculado y artificial.

Es fundamental la aproximación que realiza el arquitecto José Canziani sobre la intencionalidad del trazo propio en las transformaciones territoriales ejercidas por los Incas en el planteamiento de este proyecto específico. Así como los ejes de la andenería partían en las cumbres de las montañas, la espacialidad y los ejes de la misma sala han determinado la alineación de los elementos; se ha construido con naturaleza y esta se ha incorporado, impuesto o moldeado al encuentro con el espacio existente. Para entender el concepto de paisaje hay que contemplar no solo la necesidad pragmática y de control, característica urbanística de la conquista, pero la mediación de lo terrenal y el cosmos.

En la obra de Argenzio, existen simultáneamente dos microcosmos metafóricos, en constante tensión: la simbología andina y el discurso postcolonial. La carga histórica y simbólica que posee la materialidad trabajada, busca cuestionar códigos impuestos como el valor y el desarrollo. El dorado representa el principal anhelo de la conquista y sus terribles secuelas, mientras subraya ejercicios de corte o de extrusión en la elaboración de las mismas piezas (y la huella por parte del hombre). El cemento y el vidrio son materiales distintivos de la arquitectura moderna. Aparece, por ejemplo, una serie de bloques de concreto de los que emergen cactus atrapados formando una geometría rígida –casi magnética, en la que la naturaleza siempre sobrevive e impone su supremacía. Luego, una topografía en vidrio del Huayna Picchu, montaña que corona Machu Picchu, resalta tanto esa pureza no perturbada con la llegada de los españoles como la visibilidad de su fragilidad paisajística, digna de proteger.

Nuevas crónicas del buen paisaje, actúa como una suerte de alegoría que visibiliza la necesidad de generar debates en torno al modo en que se deben abordar las problemáticas sobre el extractivismo, las políticas de construcción y, por ende, la preservación del medio ambiente en un contexto de inverosímil e inminente “modernidad”.