Montanhas nos assistem em time-lapse

Mariana Manhães, Brasil.

Central Galería, São Paulo, Brasil – 2019.
Fotos: cortesía de Central Galería.

Mariana Manhães presenta un nuevo cuerpo escultórico de cinco piezas inéditas de vídeo y animación fundidas sobre diferentes soportes. La artista brasileña interviene el espacio de la galería a partir de una fusión entre recursos audiovisuales y materiales blandos.

“Todas las palabras algún día estarán cubiertas de musgo y partículas de polvo. La palabra m-o-n-t-a-n-h-a, por ejemplo, estará enterrada en el polvo de su propia erosión y ya no se podrá pronunciar con el lenguaje humano, con su pobre fonética rítmica en sintonía con la morfología restringida de nuestros cuerpos. Y las cosas finalmente volverán a ser lo que eran antes de ser cosas: regresarán al noble orden de lo sin nombre. Hace unos ocho, quince o sesenta años, estaba viendo un documental de televisión sobre Islandia. El narrador me sorprendió cuando dijo que allí todavía había montañas sin nombre. Fue una de las cosas más notables que he escuchado. Después de todo, si no tienen nombres, no están incluidas en nuestro idioma. En consecuencia, la pregunta era: ¿existían? La respuesta es sí. Sin embargo, es una existencia impenetrable para nosotros, propia de su mundo y su idioma, un idioma tan real como el nuestro. Descubrí que, la declaración escuchada en el documental, resonaba con todo lo que estaba haciendo y sigo haciendo en mi obra. El trabajo que produje para esta exposición es una coma más en una oración muy larga que comencé hace años y todavía no sé cómo terminará.” agrega la artista sobre esta exposición.

Texto de Guilherme Wisnik:

Lenguajes Evasivos 

¿Cuál es el lenguaje de las cosas antiguas? ¿Sería el silbido de los vientos, el burbujeo de la lava o el ruido de las olas?, ¿Formas de lenguajes en velocidades y frecuencias tan largas y distendidas que no podríamos entenderlos? ¿Qué nos estarían diciendo? Para muchas culturas, todas las cosas del mundo están vivas y pueden comunicarse. Ni siquiera una piedra en el suelo es inerte. Todo habla Todo siente. Somos nosotros quienes no lo vemos. O no lo escuchamos. O no lo sabemos. Es que al desencantar al mundo, el corte racionalista de nuestra cultura – que podemos llamar iluminista, moderno u occidental – nos dejó solos en el espacio del habla, seres que producen discurso, pensamiento. La victoria tiene una extraña soledad.

Cézanne pasó su vida mirando una montaña. Y en cada pintura que hizo de la montaña de Santa Vitória, aparece diferente. Hay innumerables montañas vistas por él, porque su visión, curiosa e incansable, nunca dejó de ver nuevas montañas dentro de la misma montaña. Es como si huebieran agujeros que se abrieran en el paisaje y en el lienzo, rompiendo el campo visual de su integridad plana y fertilizando el lugar del cual nacería el cubismo. Pero ahora es necesario ampliar la pregunta: ¿qué dijo la montaña de Cézanne? ¿Cómo lo ve a él? Este orden de reflexiones pienso que es lo que mueve el trabajo de Mariana Manhães.

«Lo que vemos solo es válido -solo vidas- en nuestros ojos para lo que vemos», escribe Didi-Huberman. [1] Es decir, no somos el único sujeto de la acción. Sin la visión de las cosas, nuestra visión es estéril. Y si no sabemos esto, siempre entenderemos todo parcialmente, como con miopía. ¿Cómo nos mira una lápida? ¿Qué nos dice sobre la muerte? ¿Que hay un alma que se separó de ese cuerpo en descomposición ahí abajo? ¿O en cambio, que no hay nada más allá de eso, más allá de la pérdida, y que es solo una piedra mirándonos? Una pequeña porción de montaña, que observa nuestra fugaz existencia desde la perspectiva del tiempo geológico. ¿Creencia o tautología? Dos formas de intentar evadir el vacío abierto al enfrentarnos ante la muerte. Pero la tumba nos mira, escribe Didi-Huberman, porque nos impone «la imagen imposible de ver». [2] Lo innombrable, lo invisible… Las obras de Mariana Manhães en esta exposición buscan dar cierta tangibilidad a estos temas. Pero no ofrecen respuestas inteligibles. Primero, duplican el enigma.


[1] Georges Didi-Huberman, O que vemos, o que nos olha. São Paulo: Editora 34, 1998, p. 29 (tradução de Paulo Neves).
[2] Idem, p. 38.