Mil maneras de olvidar

Andrea Ferrero, Perú.
Ginsberg Galería, 2017.

 

Pero la ciudad no dice su pasado, lo contiene como las líneas de una mano, escrito en los ángulos de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, surcado a su vez cada segmento por raspaduras, muescas, incisiones, cañonazos” Italo Calvino, Ciudades Invisibles

 

La obra de la artista contemporánea peruana Andrea Ferrero, impacta y remueve la memoria.
Rescata los procesos naturales del cuerpo humano para retratar la realidad arquitectónica y todos aquellos recuerdos e historias, materializando en sus crudas instalaciones y esculturas, temas sociales, culturales y políticos.

 

Su obra tracciona la forma en que el espacio soporta el peso de la memoria humana, concibiendo el contexto arquitectónico como contenedores de nuestra configuración sobre la memoria.

 

La exhibición “Mil maneras de olvidar”, se presenta como un proyecto, en el que la arquitectura es empleada como metáfora para abordar la manera en que olvidamos.

 

Las piezas han sido creadas de tal manera que habita en ellas un sentimiento cuasi humano, conteniendo cicatrices que nos recuerdan que, aún en su ausencia, los recuerdos siguen existiendo. La herida queda, la memoria permanece, pero ¿nos estamos olvidando?

 

La propuesta explora la tensa relación entre la memoria y el tiempo, materializando el luto de ‘lo que fue’ mediante objetos fantasmales que deambulan entre la construcción y la deconstrucción; el recuerdo y el olvido – objetos de paso y de conexión, que comunican un estado con otro: el afuera y el adentro, el arriba y el abajo.

 

La muestra reúne fragmentos de diferentes espacios de Lima que han sido dejados al olvido; espacios cargados de significado -significado que han adquirido en la práctica de la vida cotidiana- son reordenados para transformar vestigios en un nuevo espacio, restaurando su valor y otorgándoles un nuevo orden, una nueva disposición y un nuevo recorrido. Basándose en objetos rescatados del pasado -objetos imbuidos de la historia colonial- y, transformándolos en piezas contemporáneas de memoria, el proyecto ilustra el flujo del tiempo, buscando traer el pasado al presente y abordando la memoria como proceso.

 

Su trabajo considera el espacio como el ámbito de la experiencia humana, utilizando objetos e interiores como un medio para explorar la relación entre la arquitectura, la historia y la sociedad, proponiendo la memoria no solo como una característica humana sino también espacial.

 

Explora la importancia de descifrar las huellas y los restos del pasado.
Ella investiga los problemas actuales al examinar la relación entre el cuerpo y el espacio y yuxtaponerlos, permitiendo que el espacio funcione como un mapa de memoria de nuestros cuerpos: una especie de biografía, incluso un mnemotécnico.

 

Ferrero estudia y analiza cómo el lugar y la memoria trabajan juntos en una interacción dinámica y cómo el espacio habitado lleva una piel que contiene los mismos rastros, cicatrices y recuerdos que la de un cuerpo. Está interesada en estudiar las ciudades en términos de sus edificios abandonados y cuestionar qué se refleja sobre ellas, enfocándose no solo en la memoria, sino también -y tal vez lo más importante- en el olvido. Su investigación contempla la arquitectura como la identidad de una ciudad

 

 

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