Lagoa de dentro

Adriano Amaral, Brasil.
Galería Jaqueline Martins, São Paulo, Brasil – 2022
Fotos: José Pelegrini, cortesía de la galería.




Texto de Germano Dushá:

Mira bien el agua frente a ti,
el agua que te compone;
acércate al fluir de los colores;
moja tus pies y tus manos,
baña todo tu cuerpo.
Bautízate a ti mismo:
es de esta agua de donde vienes.



La obra de Adriano Amaral se sustenta en un equilibrio intuitivo entre la contemplación de la materia y su radical manipulación. A partir de disparadores subjetivos y de un estudio minucioso de las propiedades formales de las cosas y de ciertos objetos, se lleva el cuestionamiento del artista hasta sus últimas consecuencias, a través de procesos de laboratorio altamente técnicos que establecen asociaciones entre elementos universales —presentes desde el nacimiento de la humanidad— y materiales y métodos. que están ligados a la tecnología más avanzada. El resultado es una reconstrucción del mundo tal como lo conocemos.

Inner Pond nos trae obras de carácter singular que recogen algunas de las experiencias más íntimas y personales del artista en los últimos años, aportando mucho a su práctica artística. De su regreso a su patria (Brasil); su vida rural en la finca de sus antepasados; y a partir de las transformaciones que experimenta al convertirse en padre por primera vez, crea obras que reflexionan sobre su observación de los fenómenos terrenales, de los que están dentro de él y de los que le rodean. Si bien en estas obras se aprecian referencias directas e incluso figurativas, éstas van mucho más allá de la mera representación. Buscan, en otro sentido, establecer puntos de contacto con lo que alguna vez emanó de los lugares, objetos y sensaciones a los que se refieren. Actúan como portales al universo afectivo del artista.

El capó de un automóvil se transmuta por la evocación de sus cualidades físicas. Las alas de Ícaro, o de una gárgola, o el mismo crucifijo, este deslumbrante objeto híbrido se eleva como si fuera consumido por una especie de hechizo animista. Un emblema a la vez barroco y futurista, suspendido entre la obsolescencia y la trascendencia, la comodidad y el peligro, lo familiar y lo inaudito.

La serie Pinturas Protéticas, por su parte, nos regala visiones pictóricas insólitas, construidas a partir de la metabolización de las imágenes mediante materiales y procesos sintéticos. A través de la adopción de un elemento figurativo raro en su trabajo, Adriano imprime fotografías prosaicas tomadas con su teléfono celular en finas láminas de silicona. La fragilidad del medio contrasta con la proyección tangible de las capas que enmarcan cada fotografía, modeladas en un riguroso patrón geométrico formado por cortes precisos. Como talismanes marcados con la insignia de la vida diaria, contienen espectros que llevan la carga de la energía densa que impregna los días que pasan. Obras más pequeñas y abstractas de esta misma serie nos invitan a sumergirnos en la fugaz liquidez de las transiciones cromáticas que, aunque imposibles en la naturaleza orgánica, recuerdan elementos y paisajes naturales donde podemos observar el movimiento de la vida y el paso del tiempo.

Finalmente, vemos formaciones rectangulares en las proporciones de un cuerpo humano que establecen sitios rituales, como campos de fuerza que bañan todas las demás obras de la exposición. Así, en sus formas y actuación hacen referencia a lechos, tumbas y sepulturas. Hechas de tierra compactada en diferentes patrones geométricos y marcadas por el movimiento parpadeante y material del vapor, las llamas de las velas, las manchas de aceite recubiertas con polvo de aluminio y otros materiales, estas instalaciones juegan con nuestra capacidad de leer y relacionarnos con la naturaleza física de los objetos. Cuando se somete la materia orgánica al vector del pensamiento formal y al intento de modelado ideal, se evidencia la irrefutable dinámica del colapso y transformación de la materia bajo las condiciones del espacio.

La pluralidad de materiales formales, técnicas y resoluciones empleadas por el artista dan testimonio -desde su experiencia- de la heterogeneidad de las complejas relaciones ecológicas que existen en el planeta, de las infinitas formas que encuentra la vida para manifestarse en el mundo y de las maravillas existenciales que marcan los albores del Antropoceno. En este sentido, estas obras remiten a la gran amalgama cósmica, que destruye cualquier noción de frontera, de categorías rígidas, de particiones.
Una amalgama que se repite en escala en el gran pacto ecológico que es la Tierra, y en el interior de todos los seres que la componen. Sobre nuestra cabeza, un cielo infinito; a nuestro alrededor, la inmensidad del globo; dentro de nosotros, la profundidad microscópica; en medio de todo: un flujo único que conecta todos los puntos.

Esta estética neotérica, que podemos llamar “tecnodruida”, está imbuida del componente sintético, la geometría ideal, el corte quirúrgico, nuevos colores y nuevas texturas, precisamente para referirnos a los índices más elementales. La brutal extrañeza que producen estas insólitas combinaciones nos enfrenta a nuestros propios escenarios, en su sentido más esencial. Así completamos un círculo completo de la condición humana. Desde suciedad hasta prótesis y cableado eléctrico; del sueño a la supercomputadora; del baño al magnetismo de las mamparas; estamos obligados a reconocer que todo, siempre y actualmente, constituye esencialmente la misma naturaleza. No con ese cinismo, que aboga por un progreso intrascendente a toda costa, sino para revalorizar nuestro papel como parte inseparable del entorno, y asumir la responsabilidad última de nuestros próximos pasos ante el desarrollo técnico desenfrenado y sus violentas paradojas.

Por tanto, los binomios repetidamente planteados en esta exposición —orgánico y artificial, energía y materia, pasado y futuro, vida y muerte— no se movilizan para reforzar las separaciones, sino para incitarnos a considerar aquello que las reproduce, es decir, las estructuras de nuestro sistemas ontológicos y, por qué no, cognitivos. En otras palabras, surgen para cuestionar cómo generamos conocimiento y cómo impacta en nuestra percepción de los eventos tanto mundanos como extraterrestres.

Si en todo momento el artista opera dentro de estos límites, lo hace para acentuar las circunscripciones que nos guían. En su interés por reflexionar sobre los caminos que se están tomando en el mundo contemporáneo, la obra de Adriano está implícita en su mensaje de que no puede haber una respuesta exacta capaz de señalar cuando una cosa se convierte en otra, y es precisamente la concreción de este problema insoluble lo que debe movilizarnos. Desde la sublimación espiritual hasta los cambios atmosféricos y las transiciones físicas de la materia, la comprensión crucial se refiere a la naturaleza fluida de todo y nuestro destino ineludible: ser transmutados continuamente, en todo momento.

Con sus investigaciones que combinan el rigor técnico y procedimental con el empirismo y la intuición, la metafísica y el misterio con las herramientas y el taller, Adriano entreteje cuidadosamente sus propias reflexiones en las cuestiones más amplias, siempre en un punto de contacto absoluto, tanto emocional como corporal. La elección del título “Lagoa de dentro” subraya la aguda ambigüedad de su obra. Si bien se refiere directamente a un espacio físico con el que el artista se relaciona a diario y que inspira muchas de las obras de esta exposición, también denota una idea o un sentimiento interior. Podemos considerarlo un cuerpo de agua inmaterial por el que fluyen los afectos que nos movilizan y que nos sustenta desde nuestro mismo interior.

Quien toma conciencia de su “laguna interior” no ve el reflejo del mundo ni el suyo propio. Si entran en él es para sumergirse con la propia conciencia, para vivir el arrebatamiento y ser transformados desde sí mismos.