entre.vista ~ Javier González Pesce

Galería Gabriela Mistral, Santiago de Chile, Chile – 2021.
Fotos: Francisca Razeto, gentileza de Galería Gabriela Mistral.

Galería Gabriela Mistral siempre se ha caracterizado por ser una ventana (literalmente) al arte actual chileno. Es un espacio expositivo que posee una gran vidriera abierta a la calle. Toda persona que circula por Alameda, principal avenida de la ciudad de Santiago, tiene la posibilidad, aún sin proponérselo, de encontrarse con una diversidad de propuestas de artistas jóvenes y de media carrera.

Ese límite vidriado y transparente, aunque mínimo, es un límite rígido. Con Museo en Campaña Javier González Pesce y Smiljan Radic proponen un límite con un alto nivel de inestabilidad a partir de un dispositivo que expande el espacio expositivo invadiendo el espacio público de la vereda y generando la situación paradójica de hacer desaparecer la galería a partir de una intervención que llamará, sin lugar a dudas, la atención de la ciudadanía.

El Museo en Campaña se materializa como un desborde de arquitectura blanda y habitable, una pieza de construcción neumática que transforma radicalmente tanto el espacio interior y las capacidades expositivas de la galería como su fachada y presencia urbana.

En diálogo con el artista y curador Javier González Pesce profundizamos acerca de esta propuesta.




M.L.M ¿Porqué parten de la idea de “hacer desaparecer” la Galería Gabriela Mistral? ¿Qué implica la desaparición como concepto en esta intervención?



J.G.P La desaparición es una situación terrible, angustiosa. Creo que en los actos de magia es tolerable solo de manera momentánea y bajo la promesa de que lo desaparecido retornará. Pero el vértigo de que algo se esfuma momentáneamente es el momento cúlmine (lleno de tensión) de la mayoría de los espectáculos de magia. Me puse a pensar en esta idea porque, cuando se me propuso hacer una exposición conmemorativa con motivo de los 30 años de la Galería Gabriela Mistral, comencé a revisar su historia. Desde mi perspectiva de artista, capturó mi atención de manera muy fuerte el momento en que se anunció el cierre de la Galería en 2011. No es que llegó a desaparecer, pero su desaparición fue anunciada, parecía inminente. Entonces los artistas la valoraron con un fervor particular, tanto así que se movilizaron hasta gestionar su rescate, se logró revertir una decisión que parecía drástica. En este sentido, y a diferencia de un espectáculo de magia, la inminencia de la desaparición generó una respuesta que impidió el acto mismo, como si en el show la gente se parase de sus asientos para impedir que el mago desaparezca al conejo. Ese acto colectivo, vital, urgente, me parecía digno de reinterpretación. Es una cita a la situación terrible de la nostalgia por lo que está ausente, al mismo tiempo que señala a la GGM como un espacio fundamental. En este proceso es muy importante la colaboración con Smiljan Radic, a quién yo le hice llegar una serie de inquietudes y él diseñó y produjo la intervención. Smiljan es quién finalmente concibe esta gran pieza inflable que logra que el espacio interior de la Galería desaparezca. Su intervención hace que al cruzar su puerta ya no tuviésemos la experiencia física de ingresar en ella, sino a un espacio distinto (desaparece el “cubo blanco”). Para Smiljan también era muy importante remover el ventanal y que este museo inflable y transitorio pudiese derramarse hacia la calle.
Otra parte de esta propuesta conmemorativa consiste en generar una exposición a partir de algunas obras que son parte de la colección de la Galería Gabriela Mistral. Esta exposición queda físicamente dentro del nuevo espacio que a su vez se encuentra dentro del viejo espacio (la GGM). Es una especie de eco material. Un espacio dentro de un espacio, que altera la experiencia.


M.L.M La intervención se presenta como una especie de corrimiento del borde de la galería que avanza sobre el espacio público de la calle. ¿Cómo ha resultado la convivencia con las personas que habitan y transitan ese espacio?



J.G.P Si, es como si el espacio de la sala 2 de la Galería se hubiese duplicado. Una mitad queda al resguardo de la estructura rígida del edificio y la otra sale blanda, como un órgano y se apoya suave sobre la vereda. Si la pensamos desde arriba, como en una mirada cenital imaginaria, hay un espacio que se corta o divide en cuatro partes; 1- antes de entrar a la galería hay un espacio virtual en donde el aire circula libre, 2- luego entramos a la sala 1 y el aire está atrapado dentro de la rigidez de este espacio, 3- al entrar a la sala dos el aire (y nuestros cuerpos) ya está dentro de la bolsa, la que a su vez está dentro de la sala y, por último, 4- si salimos hacia la vereda por el vano del ventanal (que fue retirado) accedemos a un espacio donde el aire es solo contenido por la bolsa que se asoma al espacio exterior y se encuentra nuevamente con el primer cuarto que señalaba (1- donde el aire transita en libertad). Cuando le propuse el proyecto a Smiljan, pensaba que entre el cuerpo del visitante y la sala de la galería había que interponer otro espacio (esto en la lógica de la pregunta anterior), este espacio siempre lo visualicé como una cueva. Bueno, la cueva que Smiljan produjo (que es materialmente opuesta a la cueva convencional que yo imaginé) es además una que se puede ver por fuera. las cuevas suelen tener solo un interior, una concavidad. Esta además tiene una convexidad o un afuera, que es como una protuberancia. Me gusta esa idea de poder ver la cueva desde fuera, lo que en la realidad es imposible, o implicaría la transparencia de un cerro u otro volumen que genere y contenga una cueva. Esta cueva por fuera no es más que una gran bolsa inflada, que se apoya dócil sobre la vereda como un gran gato durmiente. Este volumen por cierto ocupa espacio sobre la vereda, por tanto supone una intervención al desplazamiento de personas en el sector. Creo que es importante señalar que una intervención similar (en términos de uso u obstrucción del espacio) venía sucediendo a pocos metros de la Galería Gabriela Mistral; la policía tiene instaladas hace años un montón importante de vallas papales, las que se despliegan en caso de emergencia (cabe recordar que esto está pasando a menos de una cuadra del Palacio presidencial en Santiago). El permiso municipal que nos permite usar el espacio público generó la necesidad de que estás barreras sean relocalizadas. Anteriormente las vallas tapaban la mitad de la vereda, ahora la gran bolsa tapa la otra mitad, ambas cosas en simultáneo taparían la totalidad del espacio de tránsito. Esa fue una primera acción de nuestra intervención y consistió en reubicar el material disuasivo de la policía. Entonces la “blandura” del Museo en Campaña desplazó a una rigidez, cosa que es particularmente importante considerando que esto sucede en el Octubre Chileno (y como ya mencionaba, a una cuadra de la Moneda).
Presumo que esta intromisión física en esta zona generó una reorganización de un plan de contingencia policial relacionado con la administración de los cuerpos ante un estado excepcional, este dato me parece de una poética interesante. Nosotros llegamos con una suavidad que demanda el replanteamiento de una rigidez, una bolsa con aire que desarticula un dispositivo rígido de seguridad policial. Dos cuerpos con una política y una corporalidad opuesta al momento de suponer interacciones con cuerpos.

Ahora, hay otras actividades que circundan el lugar y que sin dudas se han visto afectadas. Hay dos vendedores ambulantes que por años se ubican frente a la galería que se movieron unos metros. Este rebalse de la galería necesariamente genera el movimiento de otras situaciones que usaban este espacio que ahora no está vacante, es una cosa de la geometría del lugar, una nueva presencia volumétrica desplaza a otras que ya estaban ahí. Con los ambulantes hemos estado en conversaciones hace un buen tiempo y siempre se manifestaron dispuestos a adaptarse, la verdad es que solo se movieron unos cinco metros de su emplazamiento habitual. Ellos hace años que tienen una relación con la GGM, donde van al baño o se resguardan de la lluvia, hay una especie de amistad. En este sentido fue fácil (como un agente externo) llegar a este “territorio” a proponer esta intervención ya que la Galería tiene una historia de relación muy amable con su contexto, con las personas que usan y habitan este lugar. Pero los ambulantes, si se quiere, son agentes blandos, pueden desplazarse, circulan, pero hay otros elementos del entorno que ocupan el espacio público con una mayor rigidez. En esta lógica existe un kiosco justo a un costado del ventanal, a pocos metros de la Galería. El kiosco ha permanecido abierto durante la exposición, de esta manera, mientras los ambulantes tienen la capacidad de moverse, las negociaciones físicas que el kiosco ha tenido que implementar son distintas, hay un encuentro real, material. Estas dos situaciones se tocan, conviven en una especie de abrazo, de choque suave.
Además hay también una relación con otros cuerpos más ocasionales, el transeúnte. La gente suele ser respetuosa. Algunos se sorprenden, otros ni se fijan. Pero nuestro Museo ya ha recibido algunas puñaladas y otras agresiones (nada demasiado grave). Cada orificio aporta a la ventilación. Al principio los ventiladores (que mantienen a la gran bolsa inflada) soplaban al mínimo, ahora ya estamos en el máximo. Hay más salidas de aire que en un principio, lo que de alguna manera aporta a que no colapse el material. Estas son situaciones que ya esperábamos, y, de ser necesario, el material es muy fácil de reparar. Cuando uno se instala en el espacio público las interacciones son inevitables. En lo personal me parece que esos encuentros físicos son valiosos, son parte de una historia de vinculación material con el espacio que este proyecto ha ocupado.



M.L.M En ciertas propuestas de intervenciones urbanas el foco está puesto en accesibilizar, acercar y por qué no, imponer, mediante un dispositivo, el arte a la ciudadanía y el público generalizado. ¿Se ha logrado generar acercamientos o mayor afluencia de público al espacio de GGM?



J.G.P No era nuestro objetivo. Ya te comentaba en las respuestas anteriores cuales son las motivaciones del proyecto. Se ha dicho que nos interesaba la “provocación”, pero este es un término que no me interesa en lo más mínimo. Los problemas a los que atendimos tienen que ver con asuntos relacionados a la escultura y a la arquitectura, a repensar las posibilidades de los espacios de exhibición, al diálogo entre lo duro y lo blando y a las posibilidades de habilitar nuevas espacialidades y lógicas para la exhibición de arte y la habitabilidad en general. Ahora, resulta que, en la búsqueda y relación con estos objetivos, pasan otras cosas que uno no necesariamente provoca de manera tan consciente (aunque en este punto tal vez Smiljan tenga otra perspectiva), terminan por pasar otras cosas que también son valiosas. Es cierto que ha habido un interés muy especial en esta exposición y un alto número de visitas, tanto de personas interesadas en el arte, la arquitectura, pero también muchos transeúntes habituales que deciden hacer una breve visita. Esto siempre me parece positivo.
La primera semana de exhibición estuve en la galería casi la totalidad del tiempo que la exposición estuvo abierta, fue muy gratificante ver la cantidad de asistentes así como presenciar su entusiasmo y recibir sus comentarios. No suelo trabajar en función de cautivar audiencias, pero es cierto que en este caso hemos podido convocar. Me siento muy contento de los resultados.
Retomo brevemente sobre la idea de la “provocación”; el término me incomoda mucho si se asocia a lo irreverente, a tener como objetivo incomodar, ser notoriamente disruptivo. Ahora si la provocación es de baja intensidad, digamos que lo que se quiere provocar es una experiencia, un cuestionamiento, una manera de interactuar que genere una reacción, entonces no tengo tanto problema con el término. Nadie intentó ser provocador, pero es esperable que la propuesta provoque cosas, eso si me parece valioso.



M.L.M ¿Cómo fue el proceso de creación o proyección de la intervención? ¿Realizaron modelos a escala? ¿Tuvieron instancias de ensayos de materiales? ¿Cómo fue la experiencia constructiva e instalativa?



J.G.P Smiljan junto a su oficina generaron una serie de maquetas de la Galería, dentro de las que hicieron pruebas con inflables. En este proceso fue muy importante Nicolás Schmidt, arquitecto que trabajó a lo largo de todo el proyecto. Se hicieron pruebas a escala, también pruebas materiales. Luego se arrendó un galpón en donde se construyó el Museo. En este lugar se hicieron las primeras pruebas de inflado y pudimos entrar físicamente después de más de un año de pensar este proyecto. Fue un proceso largo (ralentizado por la pandemia) pero muy valioso, que nos permitió pensar en muchos aspectos del proyecto.



M.L.M ¿Tienen pensado la reutilización a futuro de esta pieza? ¿Es viable de ser aplicable a otros espacios o dotarla de otros usos?


J.G.P A mí me gustaría hacer una itinerancia. Es una estructura muy liviana, enrollada no ocupa demasiado espacio, no tiene ninguna rigidez o resistencia, es muy dócil y transportable considerando su potencial envergadura. Me gustaría mucho llevar el museo a distintos lugares, es un espacio muy versátil. Podemos montar esta misma exposición pero también otras, de arte contemporáneo o de lo que sea. El espacio puede albergar actividades de distinta naturaleza, sería lindo verlo moverse. Pero lo que este espacio podría alojar es solo lo que le pudiese pasar por dentro, su exterior también tiene la capacidad de ser alojado. Sería lindo inflarlo en espacios con una anatomía distinta a la de la Galería Gabriela Mistral, verlo encontrarse con otras arquitecturas, con otras rigideces, pero también con otros paisajes, inflarlo en el exterior es algo que me parece podría ser también interesante de ver. Hasta el momento no conozco su forma, siempre la he tenido que ver apretada contra algo. Además su forma es una versión blanda de la GGM, de esta manera, si llega a ocupar otro espacio, es como si un fantasma, un cuero de la Mistral se desplazó y se instaló en otro lugar. Esta es por lo demás la lógica de la burbuja, una cosa que es más aire que estructura, una membrana liviana que divide un aire interior de un aire exterior, pura liviandad que sugiere movimiento. Me gustaría ver al museo visitar otros lugares. El museo tiene una estructura muy dócil, que puede cambiar en la medida que interactúe con alguna rigidez. Las posibilidades de esta interacción, que siempre generará nuevas espacialidades me parecen muy interesantes.


M.L.M ¿Cuál fue el criterio curatorial para la selección de obras expuestas en Museo de Campaña?


J.G.P Los trabajos seleccionados venían a cumplir esa segunda parte del acto conmemorativo; desplegarse en una exposición al interior del Museo en Campaña y exhibir la vitalidad de la colección de la Galería Gabriela Mistral. Desde un comienzo supe que más que una narrativa historicista o intelectual quería establecer una narrativa espacial, si se quiere una coreografía más que una codificación intelectual del espacio a partir de las obras. Esta postura fue una a la que estuve tentado desde el comienzo, pero se volvió muy clara una vez entré (físicamente) al “Museo en Campaña”. La intervención a la sala de la galería la despoja de toda su ortogonalidad, ya no hay esquinas ni muros lisos, no hay líneas rectas, la membrana restó todas estas características del nuevo espacio. Entonces me parecía que una estructura regular es una condición espacial que permite lógicas, también regulares, del despliegue de obras y la configuración de una exposición. Esta sala con sus nuevas condiciones me propuso acudir a otros referentes. Esto ya lo he mencionado antes, pero esta espacialidad, esta cavidad que propuso Smiljan, me trajo la memoria de algunos contenedores de naturaleza orgánica, como podría ser el estómago o una célula (como bien me sugirió el artista Cristián Silva). En definitiva, no es lo mismo generar una exposición dentro de una sala tipo “cubo blanco” que hacerla dentro de una gran bolsa. Me interesaba especialmente la interacción entre las obras, que tuviesen la capacidad de relacionarse en esta suerte de narrativa del espacio, asociarse como si fuesen parte de una misma cosa o como si entre ellas hubiesen vínculos, una especie de amistad, que tendiesen puentes configurando una suerte de vecindad. Entonces me interesaban trabajos que no estuviesen demasiado cerrados en sí mismos, sino más bien trabajos que tuviesen la capacidad, casi manifiesta, de conectar con otras cosas. Ahí me pasé un buen rato examinando la colección, viendo que comunidades podía armar. Luego estuve casi un mes dentro de la sala probando posibilidades de montaje con varias obras de la colección, en este proceso decidí incorporar algunas que no fueron necesariamente parte del plan original. De alguna manera hubo dos etapas, una primera en la que trabajé el montaje como un proyecto, pensando a la distancia en posibles relaciones entre obras, haciendo montajes imaginarios en mi cabeza o con la ayuda de algún dibujo. Luego hubo una etapa de trabajo presencial con las obras en el espacio y dentro del globo. Esta etapa fue muy importante y terminó por darle forma a la exposición.

En este proyecto participan las obras de Rodrigo Araya, Magdalena Atria, Fabiola Burgos, Jorge Cabieses-Valdés, Patricia Domínguez, Nicolás Franco, Maria Karatntzi, Martín La Roche, Alejandro Leonhardt, Francisca Sánchez y Johanna Unzueta.