CENA-SINTAXE


Maíra Dietrich, Brasil



GDA, São Paulo, Brasil – 2022
Fotos: Julia Thompson



Texto curatorial de Fernanda Brenner:


Tourner les mots 
[Recorrer las palabras] 

Mientras visitaba el montaje de la exposición CENA-SINTAXE de Maíra Dietrich en una de las materializaciones de la Galeria dos Artistas (GDA) en Vila Madalena, un recuerdo cruzó mi mente. Antes de dedicarme a las artes visuales, trabajé unos años en platós de cine, siempre en el departamento de dirección artística. En las películas de ficción, el director artístico es responsable de la parte visible de la película, de crear el entorno que activarán los actores y captará la cámara. En cierto momento de mi carrera tuve la oportunidad de ver entrar en el plató a la actriz estadounidense Julianne Moore. Mi trabajo en ese plató consistía en asegurarme de que en cada toma una jarra de agua permanecía llena, y para ello me escondía debajo de una mesa a la espera de la acción. La inmediatez de la escena, los segundos antes de que la actriz se convirtiera en el personaje fue un momento mágico. Los miembros del equipo fuimos testigos de una especie de posesión momentánea que duró hasta que el director gritó: ¡Corten! 

Esas dos palabras -acción y corte- pronunciadas con énfasis provocaron una hipnosis colectiva. Se instauró un estado de suspensión con el badajo de la pantalla. Al final de cada toma volvíamos inmediatamente a nuestros lugares en la “realidad” del rodaje de ese día.  

La obra de Dietrich parece preocuparse precisamente por este intervalo entre la acción y el corte, como si congelara el espacio-tiempo diegético para sustituir al mundo. Sus exposiciones son como decorados donde los actores nunca llegan y donde la espera y la inminencia de la acción se convierten en protagonistas. Lo que vemos en el cobertizo rectangular meticulosamente ocupado por Dietrich es como una puesta en escena del propio lenguaje. Fragmentos de información de diversos orígenes se yuxtaponen en un guión abierto que el visitante debe completar o no. Nada en la obra de la artista es prescriptivo o didáctico, sus composiciones “verbo-visuales” entretejen imágenes indigentes y palabras deconstruidas. El espacio, el cuerpo que lo interpela y los mecanismos de descodificación parecen ser la gran preocupación del artista. 

Sus obras son pretextos -pre-textos-, para encuentros en los que la comunicación se produce de otra manera, fuera del enclave logocéntrico en el que la mayoría de nosotros hemos sido educados. Dietrich sitúa deliberadamente sus obras en el umbral de la legibilidad. Su apuesta es por la imagen y el significado latentes -por lo que nunca acaba de fijarse-, lo que me parece un lugar muy oportuno para hablar de arte. Propone una aventura de la mirada, una conversión en la forma de cuestionar los objetos que nos rodean y sus definiciones. Su obra revela una inquietud constante con el lenguaje y sus usos, que es también indicio de los síntomas de una crisis: la incomunicabilidad de nuestro tiempo. 

Las imágenes y las palabras de Dietrich soplan y no se dicen. Sus objetos e instalaciones son secretos, susurros no del todo audibles. Para escucharlos es necesaria una conexión con el todo allí presente; todo importa y nada se revela por completo. Al elegir un lenguaje encriptado y la opacidad de la representación, amplía lo que entendemos por escena, narración y, en consecuencia, la propia exposición como medio de comunicación. En su obra, lo literario, lo escénico y lo plástico se encuentran libremente y sin preocupaciones. Esta exposición es ante todo un juego en la escena de la palabra y la imagen, una invitación a permanecer en el segundo anterior a la acción. Antes de que gire la cámara, que giren las palabras.