Casa de Andar

Mano Penalva, Brasil.

Galeria Portas Vilaseca, Rio de Janeiro, Brasil – 2019
Fotos: Dani Ometto, cortesía del artista.

El artista brasileño Mano Penalva presenta un conjunto de obras inéditas en Galería Portas Vilaseca.
Materiales y objetos cotidianos estan dispuestos y estructurados por el artista a partir de pequeños desplazamientos, donde trapos, platos, tazas, entre otros elementos, se reorganizan como fragmentos de una composición determinada para generar una “ruptura de lo establecido” buscando una reconfiguración de los objetos, despojandolos de sus funciones principales para apropiarse de nuevas posibilidades y formas de pensar su existencia.

El nombre Casa de Andar hace referencia a la disposición que tienen algunas casas en su ciudad natal (Salvador -BA).
La galería está habitada por un conjunto de obras que dialogan con su arquitectura y con los aspectos culturales y formales relacionados a la
idiosincrasia de la vivienda brasileña, visualizando también las relaciones que transitan entre lo privado y lo público.
Mano Penalva enfatiza con sus obras la idea de que la proliferación exponencial de objetos e imágenes no pretende entrenar la percepción o la conciencia, sino que insiste en fusionarse con ellas.


Texto de Pollyana Quintella:

Una cosa expuesta es una cosa desprotegida, al descubierto. Sobre ella se depositan miradas y usos que no pueden ser regulados y fiscalizados con control absoluto. Exponer algo es como lo contrario a estar en casa, donde conservamos nuestros secretos, donde mapeamos las superficies cotidianas con comodidad. ¿Qué sucede, entonces, cuando nos aproximamos a casa desde la calle, friccionando lo público y lo privado, la intimidad y la comunidad? Creo que esa es la provocación que nos ofrece esta exposición. 

Casa de Andar se refiere a una expresión comúnmente usada en Bahia, tierra natal de Mano Penalva, para denominar a las casas con más de un nivel, casas de dos pisos y a los sobrados (grandes viviendas del período colonial). Debido a las características originales de la casa donde se alberga la galería Portas Vilaseca, el sentido construido por el artista se refuerza, invitando al público a subir las escaleras y experimentar cierta ambigüedad doméstica. Se trata de un conjunto de trabajos que producen extrañeza a partir del lenguaje de la ¨casa brasileña¨, sus repertorios y tradiciones. 

Ya en la entrada, Orquidea presenta dos cornucopias que nos reciben como lo hacen las plantas de protección, estableciendo la ceremonia para las visitas. Aquí estos objetos en vidrio están suspendidos en el aire como dos orejas que captan los ruidos de la calle. Esas flores hacen de transición para el interior de la casa, donde nos adentraremos en ámbitos más íntimos, privados. 

Luego, las Ventanas. Son muchas las ventanas, esas que cumplen el papel de hacer que no nos olvidemos del mundo, mediando conversaciones, olores, ruidos, noviazgos, y haciéndonos ver la calle, la plaza, la feria. ¨El mundo late del otro lado de mi puerta¨, dice Pierre Albert-Birot. En esta serie, estructuras de escala arquitectónica se conjugan a partir de empalizadas, esterillas, arpilleras, entramados y objetos brillantes, formando arreglos abstractos con sentido constructivo. Hay en ellas un cierto esfuerzo pictórico, presente en la relación entre bastidor y marco, en los tonos de la madera, y con algo de la técnica de veladura, con sobreposiciones y juegos de transparencias, entre velar y revelar. Nos lleva a pensar en la casa colonial del Brasil, con sus puertas y ventanas con rejas de madera, postigos y celosías, a través de las cuales las mujeres podían observar la calle sin ser vistas. Son espacios de negociación social y subjetiva, como también lo son la vereda y el balcón. 

En 1 Quarto, 2 Quartos, 3 Quartos, las quartinhas (vasijas presentes en los cultos afro-brasileros) se juntan con moringas (jarrones) de barro, responsables de mantener el agua fresca. Sus nombres en portugués nos remiten a los espacios para dormir y reposar y también a proporciones matemáticas (1/4). El juego con sus números – 1, 2, 3 – (cuartos) generan un enlace entre lleno y vacio, satisfacción e  hinchamiento, lo revelado y lo misterioso. Son jarras que conservan una cantidad de agua que no conseguimos ver, pero que podemos imaginar. Ya en la obra Kitnet, la ironía de dos quartinhas apretadas por el soporte de madera hace un comentario acerca de los espacios disputados por las viviendas urbanas. En Ventanas como en Quartos, persiste la relación entre la casa y la calle, no como oposición fundamental, sino más bien, como revelación de la posible conjugación entre lo público y lo privado, lo íntimo y lo colectivo. Los materiales transpiran, produciendo pasajes entre un lado y el otro. Curiosamente, muxarabi (entramado de madera utilizado como filtro en ciertas viviendas), significa ¨cuarto fresco o habitación fresca¨. 

Pero también ha de ser una casa húmeda, irrigada. Colônia, es un trabajo que está presente a lo largo de todo nuestro recorrido, con un conjunto de pequeño platos y ceniceros antiguos cortados al medio, que nos hacen pensar en hongos. Estos se desparraman por las paredes, cualificando la arquitectura con una vitalidad propia, que responde a nuestra presencia como organismo autónomo. Es una casa que sobrepasa los compartimentos de sus habitaciones. Es una casa que se expande y explaya. 

En Bailarinas, tejidos para cubrir garrafas de gas, bidones de agua, licuadoras, porta bolsas entre otros utensilios se cosen formando una estructura entre un tótem y un traje de baile. Disociadas de su uso primario, representan aquí el placer que deviene del crochet, oficio doméstico por excelencia. Nos llevan a pensar en el carácter ritual y performático presente en este hacer artesanal. Más allá de cualquier funcionalidad, estos paños son ejercicios de sofisticación y producción de belleza diaria. Lo mismo puede observarse en el caso de las esterillas, los bordados y empalizadas. El ornamento ocupa un lugar privilegiado y de valor afectivo. 

Con pericia, Penalva construye objetos que contienen en sí mismo intimidad y extrañeza, trayendo aquello que hay de foráneo y ajeno hacia los espacios de comodidad. En Centopeia –un cuerpo colectivo de tazas – enrarece los usos acostumbrados del utensilio. En el biombo, que usualmente sirve para proteger u ocultar cierto espacio de una casa, los trozos de vidrio producen una imagen de intima violencia, tornando al objeto en algo agresivo para representar que también puede haber riesgo en lo doméstico. Su nombre, Tribeira, hace referencia a los tejados de las casa coloniales, en este caso de aquellos más adinerados. Queda la ambigüedad de un poder construido a través de mecanismos de exclusión por medio de un objeto de fuerte impacto visual, entre la belleza y la repulsión.

Pero entre, vea un poco más, se puede sentar.