álbum de confinamiento


Esta publicación es una invitación a invitar, tomando el dibujo como práctica para habitar el tiempo, entre lo reaccionario y lo doméstico. Curadorxs jóvenes de diferentes ciudades de Latinoamérica, seleccionan dibujos realizados en el contexto actual de confinamiento.
Los dibujos como dispositivos nos acercan a una emotividad y ralentización cotidiana, sobre las cosas que pasan todos los días y refutan nuestra incertidumbre.


Selección y texto por Céline Fercovic, Santiago de Chile, Chile:

Parar a quejarse

Todos, salvo algunos iluminados o indiferentes, sabemos que vamos a chocar con el muro, y que vamos mucho más rápido de lo previsto.
Isabelle Stengers

 La propagación mundial del Covid-19 ha pausado nuestro ritmo habitual. Los museos han cerrado hasta nuevo aviso y las actividades culturales se han reinventado en formatos digitales. Sin embargo, la práctica artística sigue engendrando objetos e imágenes en concordancia a las nuevas condiciones de vida en confinamiento.  

Santiago Miranda Nam, artista e ilustrador chileno, ha compuesto bocetos, ilustraciones digitales, animaciones y pinturas con pasteles al óleo en diálogo con el contexto actual. Ya no desde la ciudad, porque dentro de las consecuencias que atrajo esta pandemia, muchos, como Santiago, volvieron a sus localidades de origen. 

Desde Curacaví, Santiago sigue una cotidianidad poco doméstica: fumando, paseando por los solitarios cerros del valle y sobretodo dibujando, entre otras cosas, en torno a la pandemia. En compañía de sus perros, ha compuesto + Insumos, Para el culebrón todo campo es camposanto, una serie de pasteles al óleo aún sin título y la animación de Como el musgo. 

Entre lo análogo y lo digital, y rodeado por la árida naturaleza de la zona central, Santiago concreta sus pensamientos sobre bordes, muros, túneles, baterías, hongos y precarias políticas públicas a su ritmo, guardando lo que aún está digiriendo y limitándose a no consentir la acelerada exhibición de las redes sociales. 

Cuando en febrero de 2013 Isabelle Stengers expuso ¿Es posible ralentizar? en la Universidad Libre de Bruselas, anticipa que no hay respuestas definitivas, pero que su importancia radica en hacernos pensar. Para Stengers, ralentizar es apropiarse de la divergencia, de modificarnos, transformarnos y hacernos entender nuestros propios intereses de otra manera y sin neutralidades (sin amarillismos como diríamos en Chile). Es, fundamentalmente, dudar.  

Y entonces, ¿será posible que ciertas prácticas artísticas contribuyan a ralentizar la “brujería capitalista”? Quizás sí, quejándose sin calma ni consuelo, reaccionando sin que el tiempo las devore, graficando los problemas que nos conciernen para pensar juntos. Acercarse a esas interconexiones propias del mundo vegetal, hizo que Santiago pensara en la “vuelta a la naturaleza”, pero no necesariamente como un abandono de la ciudad, sino como el respeto por su comunicación, inteligencia y sensibilidad, intentando asimilar sus redes a las operaciones de la vida social.



Selección y texto de Lucas Ribeiro Pexão, São Paulo – Brasil

Fabio Zimbres, Wagner Olino e Flavushh son artistas brasileñxs de diferentes generaciones que se encuentran en una práctica artística un tanto anacrónica y no erradicada. Ellxs comparten, entre tantos otros aspectos, lo que parece ser una búsqueda por la autenticidad del arte outsider, a pesar de sus formaciones académicas y sanidad mental. Una investigación inagotable de la forma y la composición, teniendo a la figuración como punto de partida para llegar a la abstracción y vice-versa. Cuestiones de otras décadas o siglos, del modernismo, del art brut o del neo expresionismo, por ejemplo, que seguirán entremezcladas y amplificadas por algoritmos de un presente hiperconectado. 

Los diseños económicos y semiautomáticos de Wagner Olino, con marcadores baratos, buscan lo que él siente no alcanzar a través de la pintura. El trabajo “Namorado” -única obra titulada en la presente selección- de Flavushh, es el ápice de masas amontonadas dibujadas en el timeline de su cuenta de Instagram. En cuanto a las acuarelas de Fabio Zimbres, un artista que no utiliza acuarelas, él indica que representan un retorno al dibujo sin objetivo, ya que “todos sabemos que debemos continuar de alguna manera”.

Para la práctica de estxs tres artistas, el confinamiento y la suspensión del Mundo del Arte, con sus tendencias globales y sucesivos zeitgeists, proporcionan una provechosa zona de cultivo. Un regreso a la libertad irresponsable de la falta de perspectiva. Todo indica que la mutación y la proliferación del dibujo prosperan fuera de sistemas socio económicos y de mentalidades rígidas.

1 y 2 Wagner Olino, 3 Flavushh, 4 y 5 Fabio Zimbres


Selección y texto de Joaquin Barrera, Buenos Aires, Argentina.

Creo que me levanto temprano una mañana de 2020, pero he perdido la conciencia sobre el tiempo y tampoco me importa demasiado. El frío empieza a colarse por las rendijas de mi ventana y afuera hay un sol de invierno que tiñe pero no calienta. Afuera: el orden dado, la paranoia clasista y el destrato pluscuam-violento de personas convertidas en cyborgs y robots. Adentro: la inmensidad de nuestras fragilidades, lo amorfo de nuestras carencias, la densidad siniestra de unas lágrimas de azúcar. ¿Será que sólo podremos convivir entre esas polaridades de la nueva normalidad? ¿Cuándo todo esto pase habremos convertido nuestras habitaciones en campos de batalla? ¿Dónde habita ahora el deseo?

Mi casa ya no es más mi casa. Ahora convivo con todos los que se cuelan bajo el haz de luz de una webcam prendida y anidan mi intimidad como convidados de lujo a un banquete al que no fueron invitados. Siento sus voces, los escucho reírse, los veo entre las sombras avanzar por sobre mis libros y cuando me alcanzo a dormir me tiran de los pies para que vaya a jugar con ellos. No les veo las caras, pero estoy seguro que son re parecidos a los fantasmas de Flavia da Rin, al monstruito gamer de Jimena Travaglio, a los amantes sinuosos de Belén Boeris y a los cuerpos perdidos de Francisco Montes. Y por fin yo ahí, derrotado en el sillón, con un repelente para el dengue y esperando que la muerte sea sólo un recuerdo de lo no vivido como en la pintura de Amanda Tejo Viviani.

Adentro, el surrealismo fantasmagórico que construimos sobre los pedacitos de nuestras fantasías rotas. Afuera, el futuro que nunca quisimos que llegue. Adentro, lo poco que nos queda de libertad. Afuera, una función de cine con pochoclo para otros.

1 Flavia da Rin, 2 Jimena Travaglio, 3 Belén Boeris, 4 Francisco Montes, 5 Amanda Tejo Viviani.

Selección y texto de Luisa Fernanda Lindo, Lima, Perú.

La posibilidad del paisaje

La división entre lo personal y lo colectivo se desdibuja en el confinamiento. La nueva realidad somete al distanciamiento social obligatorio, a la par que empuja a una convivencia –también obligatoria– en la que la proximidad trasciende los límites de lo íntimo o privado. En este contexto, lo doméstico ha dejado de ser propio del hogar para ocupar las vidas de las personas. En el encierro se trastoca la percepción del tiempo y del espacio: el espacio se ve reducido por la misma inamovilidad, mientras que el tiempo resulta ajeno, por momentos efímero y casi inalcanzable. Hay un agotamiento implícito que lleva consigo desasosiego, confusión y vulnerabilidad. El mundo, como lo conocíamos, no está más. Queramos o no estamos de duelo.

Todo es incierto. Hay una necesidad del afuera que se suple a través de la pantalla, aunque nunca es suficiente. Algo o alguien falta. El encierro motiva a la hiperconectividad, que no implica estar comunicados. La negación a la nueva realidad impulsa a muchxs a llenar sus días de actividades sin darse el tiempo/espacio para reflexionar, pensar, sentir o, simplemente, no hacer nada. Nos hemos vuelto adictxs y será difícil desaprender esta forma de vida que, si bien no nos era desconocida, se hace más evidente a partir de la pandemia. ¿Hay manera de resistir? Entonces el trazo para no sucumbir al retraso. Entonces dibujar como acto de resistencia.

Entonces el paisaje como posibilidad. Al dibujar se construye espacio a través del trazado de las líneas y el tiempo transcurre en la acción, no es ajeno. Por ello, no es casual que el paisaje emerja como símbolo de libertad, pues basta que sus elementos estén dados –sin importar el orden o sus proporciones– para que se cree paisaje. Conocido o desconocido, ficticio o no: el paisaje es y será.

1 Allison Valladolid, 2 Natalia Revilla, 3 Sylvia Fernández, 4 Valeria Ghezzi .